Lo que nos robó la pandemia
- León Valencia
- 3 may 2020
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Por: León Valencia, director – Pares

No voy a hablar de la vida que es la pérdida más dolorosa -en el momento en que escribo ya son 250.000 los muertos en el mundo y en Colombia 330- ni de los empleos, ni de la comida para millones de personas. Voy a hablar del grave robo de una ilusión: en el año 2019 se había iniciado un gran cambio político y social en Colombia, la pandemia ha truncado ese alentador proceso de renovación de la democracia.
Tres acontecimientos estaban sacudiendo la política en Colombia al iniciar el año 2020: la elección de alcaldes independientes de las estructuras tradicionales y jugados al cambio en las principales ciudades del país; una clamorosa, masiva e imaginativa protesta social que se lanzó a las calles a desafiar al gobierno de Duque; y la transformación del Congreso de la República en un escenario de grandes debates de control político, jalonado por unas bancadas independientes o de oposición que estaban logrando instaurar un parlamentarismo de facto en un país asombrosamente presidencialista.
Estos acontecimientos habían producido algo impensable a sólo un año y medio de que el uribismo volviera al poder: ese proyecto político estaba agonizando, Duque tenía no más del veinte por ciento de aceptación en todas las encuestas y un setenta por ciento de rechazo; en las mismas andaba el expresidente Uribe que, acosado por tremendos líos judiciales, lucía disminuido y replegado. El Centro Democrático, partido a la cabeza del gobierno, se deshacía en debates y rencillas internas.
El presidente Iván Duque parecía en boxeador que recibía una paliza en una esquina del cuadrilátero, mientras por detrás su entrenador lo insultaba y lo acosaba para que esquivara los golpes y arremetiera de verdad contra su rival.
No podía pasar en el Congreso, ni en las Cortes, los proyectos para deshacer el Acuerdo de Paz firmado por su antecesor. Se había visto obligado a abrir una conversación nacional para atender los reclamos de la gente en las calles. Su política internacional hacía agua, especialmente la descabellada idea de encabezar una coalición para derrocar a Nicolás Maduro.
Pero llegó el tenebroso huracán de la pandemia y arrasó con estos signos de cambio. El confinamiento deshizo la protesta social callejera y el Comando Nacional de Paro y todas las fuerzas que alentaban la movilización no encontraron una manera distinta canalizar la inconformidad ciudadana, simplemente salieron del escenario público.
El Congreso declinó sus funciones y se enzarzó en una discusión, que aún no ha resuelto, sobre la manera de sesionar en tiempos de pandemia. Las Cortes también se silenciaron. Los partidos se replegaron con el argumento de la unidad nacional en medio de la crisis.
Entre tanto, Duque aprovechó el momento declarar la emergencia social y económica y legislar a su amaño sin control ninguno produciendo 271 entre decretos, circulares, directivas presidenciales y resoluciones rebosantes de arbitrariedad en no pocos casos.
En el escenario político sólo quedaron las voces del presidente y el ejecutivo nacional por un lado; y por el otro, los alcaldes y gobernadores elegidos por voto de opinión haciendo ingentes esfuerzos por representar a esos electores que valientemente salieron a votar por ellos en unos comicios memorables.
Lo han hecho bien estos alcaldes encabezados por Claudia López, han desplegado una gran iniciativa para prevenir el contagio y para atender las necesidades más sentidas de la población en medio de la crisis, le han marcado el camino al presidente Duque que con dudas y vacilaciones ha tenido que ceder ante la evidencia.
Pero la verdad es que se han visto obligados a dejar a un lado su agenda de transformaciones, para atender las urgencias del momento, es así y no podía ser de otro modo, pero el costo es aplazar el sueño de renovación.
En medio de un fenómeno nunca visto -la globalidad artera y veloz de un virus- hay voces optimistas que señalan que todo va a cambiar para mejor. Quisiera compartir esta idea, pero de las crisis no siempre sale un mundo más habitable, muchas veces resulta uno peor. Las cosas no mejoran si no hay fuerzas que se aferran a ese propósito y luchan hasta el final para alcanzar el sueño.
Debo decir, no sin tristeza, que las voces críticas, las fuerzas del cambio, han perdido mucho terreno en sólo dos meses y Duque y el uribismo tienen un nuevo aire. El Covid 19 nos está robando el aliento de renovación que nos trajo el año 2019.
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