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Los años en los que el paramilitar Don Berna era el dueño de Medellín

Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos


Foto tomada de: El Espectador


Un mes después de que se realizara la Operación Orion, el 11 de noviembre del 2002, los jefes paramilitares se reunieron para concretar qué le iban a ofrecer al gobierno Uribe en la inminente negociación que realizarían. Estaban ya sentadas las bases de lo que se conoce como Justicia y Paz. La periodista María Teresa Ronderos en su libro Guerras recicladas, recoge el acta de ese encuentro. En ella se expresaba la preocupación por la pelea cada vez más estallada entre el Bloque Metro, comandado por Carlos Mauricio García, alias Doblecero, ex oficial del ejército y el Bloque Cacique Nutibara de Diego Fernando Murillo, alias Don Berna. Este no era más que un brazo, reconvertido y actualizado, de la famosa Oficina de Envigado que alguna vez le había servido a Pablo Escobar. La reunión fue agria. En ella los hermanos Vicente y Carlos Castaño le protestaron a ambos bandos el hecho de no haber podido controlar como estaban obligados la Comuna 13. Compuesta por 23 barrios en donde viven más de dosciental mil personas, esta Comuna ha sido abandonada por el Estado. Por eso desde los años ochenta milicias de las FARC y el ELN se han apoderado de ella. La idea que tenían los paras era apoderarse de esta zona y después “entregársela” en negociación al gobierno de Alvaro Uribe. Pero no se había podido.

 

La reunión se volvió más espesa cuando Orion, uno de los hombres de confianza de Berna, levantó la mano y afirmó que esto no se había concretado debido a la torpeza del Bloque Metro. Orion tenía la certeza de que este grupo se había dejado infiltrar por medios del ELN y por eso la reconquista total de la Comuna 13 no se había podido efectuar. En la reunión se pidió que se acabara la disputa interna entre el Bloque Metro y el Cacique Nutibara. Aunque se dieron la mano la guerra ya estaba servida. Los paras se habían comprometido a “Pacificar” -terminó que usó también el general Rito Alejo del Rio en el Urabá- las Comunas, limpiarlas y dárselas de nuevo al gobierno Uribe ya libres de cualquier vestigio guerrillero. Para eso había hecho entre el 16 y el 19 de octubre la famosa Operación Orion en donde 3.000 hombres de la policía y del ejército habían entrado por aire y tierra a la Comuna 13. Está documentado y como el mismo Don Berna lo afirmó después en declaraciones libres, que existió apoyo explícito de paramilitares para entrar en el lugar. El número de víctimas que generó esta barbarie aún no se han concretado. Incluso se habla que en un sector de la Comuna 13 existe un lugar llamado “La escombrera” en donde podrían haber más de 300 cuerpos enterrados.

 

El caso es que el apretón de manos de ese 11 de noviembre no serviría de nada. Dos años después, un Doblecero acorralado por la guerra interna con Don Berna, sería acribillado en Santa Marta. Ya se lo había anunciado a Vicente Castaño “Del Bloque Metro no quedará nada”. Doblecero había entrado en confrontación con Don Berna porque él era un purista, creía que las Autodefensas se habían creado para combatir las guerrillas y no para traquetear y básicamente Don Berna era un traqueto.

 

 A principios de este siglo no había un poder más apabullante en Medellín que el que tenía Don Berna. Es que ni siquiera las instituciones podrían tener más influencia. Si a él se le daba la gana podría bajar las tazas de criminalidad con un chasquear de sus dedos. A eso se le llamaba Don Gobernabilidad.

 

Diego Fernando Murillo había nacido en Tuluá y nunca había tenido ni Dios ni Ley. En su primera juventud fue miembro del EPL pero no se amoldó a sus preceptos. Quería crear su propia disidencia a la que le puso La Estrella. Por eso empezó a matar miembros de ese grupo guerrillero. Los dirigentes del EPL le respondieron con un complot para matarlo. Le dispararon en la mandíbula y en la pierna. Creían que estaba muerto e incluso lo sacaron de la morgue de Medellín. El único que le dio la mano fue “el negro” Galeano, uno de los hombres más cercanos a Pablo Escobar. Lo nombró su jefe de escoltas. En ese momento le decían “El Ñato”. Era fiel como el mal aliento al hombre que lo rescató. Por eso, cuando Pablo Escobar lo mandó a asesinar en la cárcel de La Catedral junto a su socio, Kiko Moncada. Nunca salieron vivos. “El Ñato” cuando escuchó que Escobar los había mandado a llamar, le pidió a su jefe que no subiera a la Catedral. Lo esperó en su carro durante horas. Se bajó y preguntó por Galeano y Moncada. Le dijeron que estaban enrrumbados, que mejor siguiera, que disfrutara. Pero Murillo se las olió y se fue a la Fiscalía en donde contó todo lo que sabía de Pablo Escobar. Lo premiaron borrándole su ya abultado expediente criminal. Se uniría a los hermanos Carlos y Fidel Castaño en el grupo que se llamaría los PEPES, Perseguidos por Pablo Escobar. Nacía el Paramilitarismo amparado por el Estado por culpa de su enemigo en común.

 

El 2 de diciembre de 1993 Don Berna sería asesinado por una acción conjunta entre los PEPES y el Bloque de Búsqueda. Fue una de las primeras acciones documentadas en donde hubo una colaboración entre fuerza pública y paramilitares. Una vez cayó Escobar Murillo, a quien ya no le decían “El Ñato” sino “Don Berna”, heredó la criminalidad de Pablo Escobar en Medellín. La oficina de cobros de Envigado pasaba a ser de su propiedad. Todas las rentas de las economías ilícitas del Valle de Aburrá pasaban por su control. En el año 2000 su grupo se transforma en el Bloque Cacique Nutibara. Tenía tanto control en su ciudad que podría bajar los índices de delincuencia con solo ordenarlo. Como comandante de las AUC se desmovilizó en el 2003 acogiéndose a Justicia y Paz pero en el 2008 terminarían extraditandolo a los Estados Unidos.Allí sigue y quiere hablar. En julio del 2024 le expresó en una carta al presidente Gustavo Petro para participar en su Paz Total. En uno de los apartes de la carta al presidente decía lo siguiente: “La experiencia vivida como antiguo actor del conflicto, conocedor de primera mano de los conflictos urbanos y rurales del país, el tránsito en la construcción de paz desde las desmovilizadas AUC y la indeclinable voluntad de paz que desde el primer momento he expresado y sostenido a pesar de las circunstancias de mi reclusión en otro país, permiten como gestor de paz tener los instrumentos y el conocimiento para lograr que los procesos que se adelantan lleguen a un buen puerto”.

 

Obviamente esta insinuación de cooperación con la justicia ha puesto lo pelos de punta de más de un poderoso. Su verdad es necesaria para conocer hasta que punto los paras y la Fuerza Pública fueron un solo organismo durante hechos tan escabrosos como la Operación Orion.

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