Por: Redacción Pares
Estados Unidos se enfrentó a unas elecciones profundamente marcadas por la polarización que plantean serias interrogantes sobre la sostenibilidad y el futuro de la democracia. El republicano Donald Trump con 277 votos electorales, se convierte en el 47° presidente de Estados Unidos.
Trump, quien en mayo de 2024 se convirtió en el primer expresidente y ahora presidente en ser condenado en un juicio penal, tras ser declarado culpable de 34 cargos relacionados con el caso “Stormy Daniels”. Además de enfrentar cargos actualmente en Georgia donde se le acusa de presuntamente intentar interferir en los resultados de 2020, regresa a la Casa Blanca en medio de un mar de incertidumbres para el país y la región.
El republicano, avanzó sus promesas a raíz del aprovechamiento de las preocupaciones y los temores de la ciudadanía por temas claves como la economía y la migración ilegal y el uso de la desinformación y los discursos violentos y de odio le sirvieron como herramientas efectivas para convencer a millones de personas en un país dividido.
La victoria de Trump plantea múltiples cuestionamientos para la democracia del país, cuya sostenibilidad dependerá de las decisiones de un hombre sumamente influyente en la política de la derecha global, pero también de un hombre que abiertamente carece de una profunda desconfianza hacia la institucionalidad, el sistema judicial y de algunos principios fundamentales de Estados Unidos. Asimismo, se ha encargado de promover la estigmatización a sus opositores y medios de comunicación independientes catalogándolos como sus “enemigos”.
Su regreso a la Casa Blanca también anticipa cambios importantes en América Latina. Una de las promesas más significativas de su campaña, y de hecho de toda su trayectoria política, ha sido combatir la migración ilegal de una manera que, sin duda alguna, pasa por alto la protección de los derechos humanos de las personas migrantes a quien a menudo las asocia con la criminalidad, el desorden y como amenazas para la seguridad del país.
El cierre total de la frontera sur y la activación de la mayor deportación en toda la historia de los Estados Unidos que involucraría la expansión del uso del ejército y a la Guardia Nacional, serán claves en el gobierno de Trump, quien advirtió que su meta es la deportación de alrededor de 15 a 20 millones de migrantes. Sin embargo, ese número podría ser menor debido a los costos y la coordinación que significaría.
La implementación de políticas migratorias restrictivas evidentemente traerá consigo fuertes represalias para América Latina y especialmente para Colombia.
Es importante recordar que, en los últimos años, Colombia se ha posicionado como uno de los principales países de la región que cumple con todas las etapas del ciclo migratorio: es un país de origen, de tránsito y, en creciente medida, de destino. Actualmente alberga a la mayor cantidad de migrantes y refugiados venezolanos en América Latina, con alrededor de 2,8 millones de personas.
El fenómeno se agrava al considerar el flujo de migrantes de otras nacionalidades que atraviesan Colombia para llegar a Estados Unidos en búsqueda de nuevas oportunidades al país norteamericano, circunstancia que cambiará bajo el gobierno de Trump.
La ruta por el Darién, entre el 2010 y el 2024 ha contado con el tránsito de alrededor de un millón de personas de distintos países como Venezuela, Ecuador, Brasil, Angola, China, India, Haití China e India. Más de 95 nacionalidades hacen presencia diariamente en esta ruta migratoria.
*Datos suministrados hasta junio de 2024
Fuente: Elaboración propia con datos suministrados por el Servicio Nacional de Migración de Panamá, “Transito irregular por el Darién, 2010-2024.
El Darién constituye uno de los flujos migratorios de mayor riesgo y complejidad de América Latina. Aquellos que deciden o se ven obligados a migrar se encuentran en situaciones de extrema vulnerabilidad que hay que proteger a través de la creación de rutas seguras y legales, sin embargo, el escenario cambio y actualmente con Trump a la cabeza se vivirá otra realidad, el temor, las constantes violaciones a los derechos humanos y la prohibición, serán protagonistas de una política migratoria poco eficaz, ya que en estos escenarios los únicos beneficiados son los grupos que tienen como negocio el tráfico de migrantes.
Los Estados en América Latina contarán con la presión por parte de Estados Unidos de replicar esta radical política migratoria, sin embargo, países como Colombia, México, Brasil y Panamá tendrán el reto de buscar la implementación de un modelo basado en la cooperación internacional, en la protección de los derechos humanos y en la conciliación de rutas únicas y seguras, modelo al cual Trump rechaza fuertemente.
Ante este nuevo panorama plasmado de grandes desafíos, los tres países más grandes de la región, en cabeza de Lula Da Silva (Brasil), Claudia Sheinbaum (México) Gustavo Petro (Colombia), tendrán que adelantar relaciones cordiales, independientes y dignas con Donald Trump, para así evitar un recrudecimiento de la crisis migratoria y humanitaria en la que se encuentra la región.
América Latina se convierte en una región de suma importancia y los países ya mencionados anteriormente deberán de evaluar minuciosamente en como establecer un modelo de comunicación asertivo y respetuoso, pues temas fundamentales como el cambio climático, los acuerdos comerciales, la seguridad, la lucha contra las drogas y la criminalidad están en la cuerda floja ante esta nueva era de cambios.
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