top of page

Los hornos de Villa del Rosario: la mayor infamia paramilitar

Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos


Foto tomada de: La Opinión


Era difícil, para los primeros periodistas rusos que entraron a los campos de extermino de Auschwitz y Treblinka, poder entender lo que veían. Las montañas de cadáveres desnutridos eran tan escalofriantes como las chimeneas ennegrecidas de grasa humana. Toda la eficiencia alemana estaba puesta al servicio de la muerte. Si se trataba borrar cualquier vestigio de los judíos por la tierra ¿Qué hacían los nazis? Quemarlos, convertirlos en ceniza.


Para los bogotanos Juan Frío puede ser el nombre de una vereda cualquiera, de las tantas por donde la máquina de guerra ha pasado, aplastante, en este país. Para los cucuteños era un lugar clave en Villa del Rosario, una trocha por donde, cruzando el río que baña sus orillas, el Táchira, se podía pasar al otro lado de la frontera. A principios de este siglo, en el 2001, los paramilitares en Villa del Rosario, Cúcuta y Puerto Santander, al mando de Jorge Iván Laverde, mejor conocido como el Iguano, mataron a tantas personas que la Fiscalía, a pesar de lo infiltrada que estaba por parte del Bloque Catatumbo, ordenó una inspección para descubrir fosas comunes. La noticia llegó rápido a oídos de uno de los hombres de confianza de El Iguano, Jaime Sánchez Salgado, a quien llamaba el Veneco, y la solución que encontraron fue deshacerse de los cuerpos.


El problema fue tratado como de “salubridad”. En el año 2014 para la revista Esquire hice una crónica sobre los hornos y en esa investigación me enteré que la decisión de crearlos la tomaron el Iguano, el Veneco y otro para al que Mancuso le tenía confianza, Carlos Enrique Rojas Mora a quien le decían “El Gato”, en la finca Pacolandia, propiedad del Iguano, una finca que tenía dos lagos artificiales en donde habían reptiles grandes como babillas. El alimento que consumían estos animales forma parte de macabros rumores que no se han podido comprobar.

En Juan Frío ya habían visto trapiches abandonados por la gente que salió corriendo del lugar. Así que los adaptaron para quemar cuerpos. Primero, según el libro de Javier Osuna, Cartas de ceniza, sirvió para quemar 28 cuerpos que estaban en una fosa. Luego trajeron más cuerpos, de otras fosas, hasta amontonar setenta y luego convirtieron todo en cenizas.


A Juan Frío llegaron los paramilitares el 24 de septiembre del año 2000 y lo hicieron con su acostumbrada presentación: una masacre para que la población percibiera el terror. Ese día hicieron un retén en la entrada de la vereda, pararon a una buseta de manera aleatoria, escogieron a tres muchachos, los pusieron contra el piso y los asesinaron. Empezaba el reinado del terror. El escogido por el Iguano en Juan Frío fue Rafael Gutierrez, alias Hernán.


Feroz lugarteniente, despiadado ejecutor. Le gustaban las fiestas. Incluso mandó a construir un club privado, un lugar que ya fue demolido pero, del que se cuenta, hacía orgías y rumbas que podrían durar cuatro días. A la casa los paras le pusieron nombre, se llamaba La flor del Tamaral. Allí recibían a políticos como el condenado Ramiro Suárez Corzo. Uno de los ganchos eran los criaderos de cachama que había en Juan Frío. También recibían a oficiales del ejército, funcionarios del extinto DAS, de la Fiscalía. Como un comandante de un campo de concentración Nazi alias Hernán y el Iguano servían los peces a pocos pasos de las chimeneas donde vomitaban el humo espeso.


Es increíble que tanta maldad se haya juntado en Juan Frío. Pensar que en este lugar existe uno de las ruinas arqueológicas más importantes de la frontera: el viejo acueducto de Villa del Rosario, una obra que alcanzó a usar uno de los hijos más ilustres que ha dado esa tierra, Francisco de Paula Santander. Hernán creía ser buen católico por eso una de las obras que hizo por la comunidad fue mandar a hacer una virgen con su gruta. Era diabólicamente contradictorio que los padres de familia a los que les desaparecían los hijos se tuvieran que arrodillar  a suplicarle a una figura de cemento que había mandado a construir el hombre que les había quitado todo. Un día el horror, al menos por unos meses, terminó. Los paras se acogieron a la Ley de Justicia y Paz pero bastaron un par de años para darse cuenta que casi todo fue una farsa.


Los paras no se han ido. Cambiaron de nombre, de razón social. Hernán siguió destrozando vidas hasta que le arrancaron la suya en el 2019. El Iguano se encuentra pagando una pena en la cárcel de Itagui.


Juan Frío pertenece al área metropolitana de Cúcuta. El horror de esos años apenas se está empezando a ver. A comienzos del 2024 se encontró una fosa con más de 4.000 cuerpos en el cementerio central de la ciudad. Mancuso dio las indicaciones. Por los alrededores del anillo de vial de Cúcuta aún hay fosas que deben ser descubiertas. La verdad es un lujo que no se han podido dar los cucuteños, la verdad absoluta de cuáles fueron los políticos que permitieron tanta infamia, tantas vidas arrebatadas.

bottom of page