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Los militares lo mataron a él y a sus cuatro hijas: la tragedia del creador del Eternauta, el comic más famoso de Argentina

Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos




En un atardecer de invierno de 1957 una inusual nevada empieza a caer sobre Buenos Aires. Un grupo de amigos juega a las cartas, se asoman a la ventana y ven que a medida que caen esos copos fosforescentes, la vida empieza a apagarse. En pocos minutos sobre la calle hay un reguero de muertos. “No abran las ventanas”- dice Juan Salvio- “Es la nieve la que está matando a la gente” Así que estas cinco personas quedan aisladas en su casa, como Robinson Crusoe en la isla, esperando la ayuda exterior, informándose a través de la radio sobre lo que está sucediendo. Algunas agencias hablan de que hubo una explosión nuclear en el Pacífico Sur, que comenzó una guerra entre las grandes potencias, que todo el mundo va a quedar arrasado. La verdad la ignoran Juan Salvio, su familia y sus amigos, la verdad es que una invasión extraterrestre ha empezado en el mundo y Buenos Aires será el epicentro de la misma.

 

Si vives en Buenos Aires es imposible que no hayas visto a El eternauta en los kioskos de revistas que aún sobrevivien en Corrientes. Es increíble que esta novela gráfica deslumbrante, adictiva, que es lamentable que no sea material de lectura obligatoria en colegios. Los niños aún son martirizados con Fuente Ovejuna, Platero y Yo y demás infamias, si están preocupados por crear lectores ¿Por qué no ponen a los niños a leer historias divertidas? Los creadores de esta novela gráfica son Francisco Solano López y Hector Germán Oesterheld. La historia que vamos a contar es sobre este último personaje.

 

Nacido en 1919 se casó con Elsa Sánchez y en los sesenta años que vivió fue periodista, guionista, dibujante, divulgador científico, geólogo. Uno de los personajes del Eternauta, Favalli, es un hábil inventor que intenta sobrevivir a la invasión extraterrestre creando trajes aislantes, fabricando armas, montando estrategias para superar a un enemigo que tiene una ventaja tecnológica incontrastable. El Eternauta fue publicada a plazos en la revista que Oesterheld dirigía y pagaba, Hora cero. Resultó siendo un relato premonitorio de lo que sobrevendía desde 1976, la temible dictadura argentina. Pero esto fue algo fortuiro. Oesterheld no pretendía hacer una fábula política, así lo afirma uno de los más rigurosos estudiosos de su obra, Juan Sarustain, quien afirma que lo único que pretendían Solano López y él era hacer una historia inspirada en las invasiones extraterrestres que contaban los novelistas de ciencia ficción gringos y que alborotaba aún más los temores despertados durante la Guerra Fría.

 

Pero todo resultó terriblemente premonitorio. Y además Oesterheld fue cambiando. Cada vez se volvía más socialista. En las secuelas que hizo del Eternauta entró en conflicto con Solano López, su dibujante, ya que cada vez quería meter más contenido político. Además empezó la persecusión contra él: Todo el trabajo de la segunda parte lo hizo en forma clandestina. Y protesté, porque él se excedía en el contenido militante y subversivo. Yo no les tenía simpatía a los militares ni a su sistema, pero el mensaje de Montoneros tampoco era de mi agrado. Y el personaje se desvirtuó. Yo no lo sentía. Me molestaba hacerlo, porque el personaje, según el guión, se movía, hacía y decía cosas que no encajaban".

 

Poco a poco el cerco se cerraba contra él. Sus hijas, en los años setenta, deciden sumarse al grupo guerrillero de Los Montoneros. Una a una fueron desapareciendo a las hijas de Oesterheld, ellas eran, Diana, 25 años, Marina 18 años, Beatriz 19 años, Estela, 25 años.

 

Al final de sus días Oesterheld pasaba las noches en su sala de redacción, durmiendo practicamente sobre su máquina de escribir. El 22 de abril de 1977 fue finalmente secuestrado el escritor. Empezaron a tejerse relatos sobre los lugares de reclusión en donde estaba. Cada vez más torturado, más triste, más mermado. Eduardo Arias, sicólogo y compañero de cautiverio de Oesterheld en el Vesubio, uno de los centros de detención de la dictadura, dio lo que considera el último testimonio del escritor en vida: "Su estado es terrible. Estuvimos juntos mucho tiempo. Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del 77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y fumar un cigarrillo. Y nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar a todos, uno por uno. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos. Héctor tenía sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy, muy penoso".

 

Después no se supo nunca nada más de él.

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