Por: Redacción Pares
En el 2018 Gustavo Petro creía que podía ganarle el pulso en la segunda vuelta al candidato del uribismo y de los grandes medios de comunicación, Iván Duque. Aún las condiciones históricas no estaban dadas. Sin embargo, los 8 millones de votos que consiguió Petro eran un gran capital. La derrota fue amarga pero, conforme pasaban los días, se empezó a dar cuenta que las fuerzas de la historia inevitablemente lo llevarían a una victoria en el 2022. Duque llevaba dos meses en el poder cuando le estalló la primera gran protesta: el paro universitario del 2018. Durante todo el 2019 la inconformidad por el paquete de medidas que adoptó el gobierno de Iván Duque y que afectaban directamente a los sectores más bajos de la pirámide social, sacó a la gente a la calle.
Ese fervor se concentró el 21 de noviembre del 2019. Más de dos millones de personas salieron a protestar en todo el país. Aunque las centrales obreras convocaron, y algunos políticos como María Fernanda Cabal llegaron a hablar que se trataba de una “toma guerrillera”, lo cierto es que la indignación y las ganas de cambio eran legítimas. La Reforma Tributaria del ministro Alberto Carrasquilla -en su momento el hombre más odiado del país- que buscaba grabar el IVA a la canasta básica familiar, las reformas a la salud y a la pensión, y los incumplimientos con los acuerdos de paz, fueron los detonantes.
Pero no sólo era el paquete de medidas sino el cansancio que generaba un modelo que propiciaba el saqueo de recursos naturales, las privatizaciones, la imposición del modelo Neoliberal. Ese día el país se paralizó. La respuesta de Duque, lejos de la conciliación, fue la de sacar la fuerza pública a la calle. Las manifestaciones se mantuvieron varios días. El 23 de noviembre del 2019 todo el país conocería el nombre de DIlan Cruz. El joven bachiller del Colegio Ricaurte protestaba en la calle 19 con carrera cuarta, en pleno centro de Bogotá cuando fue alcanzado por una munición bean bag, un proyectil fabricado por Defense Technology y que fue disparada por el capitán del ESMAD Manuel Cubillos Rodríguez. Durante dos días Dilan peleó por su vida en el hospital San Ignacio de Bogotá. Pero moriría el 25 de noviembre a causa de las heridas.
Fue como apagar un incendio con gasolina. La gente salió a la calle y sólo se entró cuando apareció la pandemia, en marzo del 2021. La agitación en las calles se trasladó a las redes sociales. Pero la muerte de Javier Ordoñez, joven estudiante de derecho, en septiembre del 2020 y la violenta represión a la Minga Indígena dejó servido para que en el 2021 se concretara, durante meses, lo que la historia conocería como el estallido social.
Lo que está prohibido olvidar fue la represión que desató el gobierno de Iván Duque durante las manifestaciones. En cinco días de protestas en mayo, generadas por la Reforma Fiscal de Duque, la Fuerza Pública dejó 19 muertos y más de 800 heridos, según datos de la Defensoría del Pueblo. La ONU y la Unión Europea le hablaron al entonces presidente y le dejaron ver su descontento por estas cifras. Las personas que perdieron sus ojos por heridas provocadas por agentes del ESMAD y sus balas de goma superaron el centenar. Finalmente, el 20 de junio del 2022, fue elegido de manera democrática el primer candidato de izquierda como presidente del país. Se daba el cambio que la gente pidió en las calles.
Iván Duque no ha sido juzgado por su responsabilidad en estos crímenes. El desprecio por los derechos es propio del fascismo. Durante los ocho años de gobierno de Alvaro Uribe, mentor de Duque, ocurrieron 6402 casos de ejecuciones extrajudiciales que se conocieron como los falsos positivos. Con la llegada de Petro a la presidencia se tramitó una ley que transformó el ESMAD. En estos dos años no han vuelto a ocurrir represiones como las que se vivieron durante los cuatro años de Iván Duque.
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