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Los rostros de la pandemia en el Bajo Cauca antioqueño

Por: Andrés Paternostro Céspedes* y Angie Doval Higuita**.

Fotografías por: Andrés Paternostro Céspedes y Eloisa Doval Higuita.

El 2020 indudablemente se está convirtiendo en uno de los hitos más importantes de la historia reciente a consecuencia del nuevo coronavirus y todas las implicaciones sanitarias, sociales, económicas y políticas que han tenido lugar desde la aparición del virus.


Es evidente entonces, que la humanidad se encuentra hoy ante su primer acontecimiento verdaderamente global*** y la velocidad con la que este hecho sin precedentes cercanos está teniendo lugar, terminará por modificar de forma irremediable la vida tal y como ha sido conocida.

En consecuencia, líderes de todas partes del mundo han expresado que el Covid-19 es una problemática que afecta a toda la humanidad por igual, y por ello se han popularizado los discursos de no discriminación y unidad, dado a que el coronavirus no discrimina sexo, género, etnia, clase social, religión, partido político o edad.


“El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social” (MDZ, 2020). Fotografías: Andrés Paternostro Céspedes y Eloisa Doval Higuita.

Lo propio ha dicho el presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, quien en repetidas oportunidades ha afirmado que: “Aquí no hay colores políticos ni de partido, aquí prima el interés colombiano, el interés nacional. Aquí prima nuestra unidad…” (Caicedo, 2020).


¿Pero qué tan acertadas son estas reflexiones, cuando la realidad que logra percibirse es en sí misma compleja y llena de una multiplicidad de aristas?


Desde autores como Byung-Chul Han, nada más errado que estos discursos que buscan homogenizar las distintas realidades de millones de personas en medio de la actual pandemia; pues para este filósofo, “El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social” (MDZ, 2020).


Afirmación que es apreciable en el caso particular de Antioquia, un territorio lleno de extremos, de dualismos, de blancos y negros, y que hoy, desde el discurso solo se quiere ver en un solo tipo de gris, un gris pintado por esta pandemia.


Y es que en Antioquia, la situación se radicaliza aún más en el Bajo Cauca, pues según cifras del Plan de Desarrollo Departamental de Antioquia Unidos por la Vida 2020-2023 (2020), el Bajo Cauca se constituye en la subregión más pobre, debido a que posee el índice de pobreza multidimensional más elevado de todas las subregiones, con un 28,5%, cifra que contrasta con el 7,8% de pobreza registrado para el Valle de Aburrá, que es la subregión con menor índice.

“El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social” (MDZ, 2020) Fotografías:Andrés Paternostro Céspedes y Eloisa Doval Higuita.

Lo anterior se convierte en el reflejo estadístico de una serie de problemáticas históricas y sociales que tienen lugar en el Bajo Cauca. Pero lo que preocupa con la llegada del Covid-19, no es solo que esta desigualdad estructural ha sido develada, sino que además ha propiciado su agudización de manera acelerada y vertiginosa.


Así bien, en Caucasia, El Bagre, Nechí, Zaragoza, Cáceres y Tarazá, el virus proveniente de Wuhan, se ha convertido en otra problemática que se suma a la larga lista de las que ya tienen lugar en esta subregión del departamento de Antioquia, pues por décadas, el Bajo Cauca ha padecido los azotes del conflicto armado, la pobreza, el narcotráfico, el hambre, la falta de educación, la corrupción, la contaminación, el trabajo infantil, la dificultad para acceder a los servicios de salud y muchos otros (p. 33).


Para muchos ‘#QuédateEnCasa’ se constituye en una directriz imposible de cumplir; en tanto más del 60% de la población de la región del Bajo Cauca vive del empleo informal o del denominado rebusque. Familias enteras, de los estratos 1, 2 y 3 de esta subregión viven del día a día y su sustento depende de manera directa de las labores diarias que realicen. Fotografías:Andrés Paternostro Céspedes y Eloisa Doval Higuita.

Los rostros de la desigualdad en el Bajo Cauca, los rostros de la pobreza multidimensional, los rostros de las huellas que han dejado las décadas de conflicto, los rostros de la violencia estructural del estado, los rostros de la informalidad que medida en las cifras oficiales alcanza niveles del 68,1% son ahora también los rostros de la pandemia que preocupa al mundo y que pueden ser apreciados con solo recorrer las céntricas calles de estos municipios, por las que ruedan las coloridas carretas de los vendedores, o con detenerse en una de las esquinas donde estos hombres y mujeres, instalan sus puestos de trabajo.


Estos rostros que por años han sido invisibilizados, hoy se encuentran aún más ocultos tras un tapabocas, que se constituye en su única arma para hacerle frente al Coronavirus; y ello es así porque a sus puestos de trabajo no llegan las tales medidas de sanitización de sus gobiernos y porque para ellos no han sido pensados, ni diseñados, ninguna clase de protocolos de bioseguridad.



El Bajo Cauca se constituye en la subregión más pobre, debido a que posee el índice de pobreza multidimensional más elevado de todas las subregiones, con un 28,5%, cifra que contrasta con el 7,8% de pobreza registrado para el Valle de Aburrá, que es la subregión con menor índice. Fotografías:Andrés Paternostro Céspedes y Eloisa Doval Higuita.

Y lamentablemente, las soluciones que propone el gobierno nacional, en muchos casos no son pensadas más allá de Bogotá y Medellín, y terminan por desconocer las realidades y particularidades locales. Para muchos ‘#QuédateEnCasa’ se constituye en una directriz imposible de cumplir; en tanto más del 60% de la población de la región del Bajo Cauca vive del empleo informal o del denominado rebusque. Familias enteras, de los estratos 1, 2 y 3 de esta subregión viven del día a día y su sustento depende de manera directa de las labores diarias que realicen (Gobernación de Antioquia, 2020, p. 33).


La interseccionalidad como categoría conceptual, permite entender el primigenio del abandono estatal que de forma histórica ha padecido el Bajo Cauca, y que además se ha agudizado en épocas de pandemia. Esta visión académica que nace en el movimiento feminista de la mano de la jurista afroamericana Kimberlé Crenshaw en 1989; cuestionó el supuesto de que todas las mujeres eran un grupo homogéneo y posicionado en las mismas estructuras de poder, desconociendo o negando que no es lo mismo ser una mujer negra, indígena, pobre, lesbiana, que ser una mujer blanca, citadina, rica y heterosexual.


Por ello, la interseccionalidad permite analizar las interacciones y entrecruzamientos de las diferentes estructuras opresoras o dominantes y sus consecuencias en los grupos, pues esta contempla las diferentes identidades coexistentes como el género, la etnia, la clase, la discapacidad, la orientación sexual, la religión, la casta, la edad, la nacionalidad y otros ejes de identidad en un individuo o grupo y las contrapone sobre las estructuras de opresión o dominación que en ellos actúan (Heuchan, 2019).


La interseccionalidad llevada al contexto particular del Bajo Cauca revela el verdadero trasfondo de la discriminación histórica que ha padecido esta subregión antioqueña. Dicha categoría permite escarbar en el entramado que originó la violencia estructural que por décadas ha soportado el Bajo Cauca por parte de los agentes del estado y su aparataje institucional, una violencia que se erige sobre prejuicios de racismo, clasismo y regionalismos.


A lo largo de la historia de Colombia ha existido una explícita distribución desigual de bienes, recursos, servicios, capital y derechos. Hecho que ha condenado a regiones como el Bajo Cauca a la pobreza estructural, a la desigualdad social y a la violencia crónica (Caicedo, 2020). Fotografías:Andrés Paternostro Céspedes y Eloisa Doval Higuita.

Son precisamente estas estructuras dominantes, las que en pleno siglo XXI han sido fundamentales para determinar la asignación de recursos en los territorios, la mal llamada mermelada. Y es que resulta evidente, que a lo largo de la historia de Colombia ha existido una explícita distribución desigual de bienes, recursos, servicios, capital y derechos. Hecho que ha condenado a regiones como el Bajo Cauca a la pobreza estructural, a la desigualdad social y a la violencia crónica (Caicedo, 2020).

A modo de cierre, es importante mencionar que lo que aquí se pretendía -no era otra cosa- que visibilizar los rostros de aquellos que han padecido estos meses de pandemia, exaltar a esos hombres y mujeres, que, en medio de la pobreza y la violencia, han sorteado también la amenaza del Covid-19.


Las fotografías presentadas a continuación tratan de representar de forma respetuosa y objetiva la situación a la que tuvieron que hacer frente la mayoría de los habitantes del Bajo Cauca que viven de la informalidad o día a día, se buscó siempre de manera profesional, evidenciar cómo en esta región no solo el virus es una amenaza latente, sino que, además, aquí la pobreza y la desigualdad social también son pandémicas.


 

*Antropólogo de la Universidad de Antioquia.

**Socióloga de la Universidad de Antioquia.

***Es claro que, a lo largo de la historia, muchos han sido los acontecimientos que han logrado captar la atención mundial; la primera y segunda guerra mundial, la peste negra, los brotes de ébola, la gripe española, entre otros tantos, son ejemplos de hechos históricos que han marcado por siglos la historia humana, pero es posible afirmar que ninguno de ellos logró alcanzar el nivel global que en pocos meses ha conseguido Covid-19.


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