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Los trucos del Estado Islámico para atrapar muchachos en Europa

Por: Redacción Pares


Foto tomada de: Euronews.com


Entre los años 2015 y 2017 los atentados de ISIS en Europa arreciaron. En Niza un loco en una camioneta mató a más de sesenta personas. Un comando fuertemente armado arrasó con la redacción de la revista Charlie Hebdo. Entre el 14 y el 15 de febrero del 2015 asesinaron a cinco personas en Copenhague, en el aeropuerto de Bruselas y en la estación del metro de Maalbeeck mataron a 35 personas. Pero lo peor estuvo por ocurrir. El viernes 13 de noviembre del 2015 el Estado Islámico atacó cafés y uno de los bares más concurridos de la capital francesa, el Bataclán, donde en total mataron a 130 personas. Después vino el silencio.


Los ataques constantes a Siria, en donde se reunía la mayor cantidad de miembros de ISIS, la caída de Abu Bakr-al Baghdadi, máximo líder e ideólogo de la organización, los fueron replegando.


Durante el juicio a los atacantes que quedaron vivos después de los atentados del Bataclán, el estudioso Hugo Michelon preconizaba en los estrados judiciales que los atentados de Isis iban a apaciguarse en algún momento. La Jihad siempre ha tenido movimientos de diástole y sístole. A partir del año 2020 empezaron a llegar a cárceles europeas retornados de Siria, jóvenes que habían viajado a ese país convencidos de que lo mejor para ellos era engrosar las filas del Estado Islámico. Poco a poco el gobierno de Machron los ha venido repatriando. Algunos quedaron hastiados, abjuran de lo que creyeron, otros, simplemente, siguieron predicando.


Según Michelon allí se estaría incubando lo que sería el nuevo ataque de ISIS

ISIS parece ser como la energía, nunca se destruye, sólo se transforma. El 22 de marzo del 2024 un comando de esta organización entró a la sala de conciertos Crocus City Hall al noroeste de Moscú. Mataron indiscriminadamente a más de 130 personas. No se llamaban simplemente ISIS, era una nueva versión. Se llama Estado islámico de Khorasán (ISIS K), una especie de halcón de esta organización. El ISIS K emergió en el 2015 según una publicación de Infobae: creado por terroristas disidentes que adoptaron una interpretación más extrema del Islam. Son sunnitas, la rama mayoritaria del Islam, y desprecian explícitamente a los shiitas, mayoría en Irán. La versión anterior de ISIS buscaba formar un Califato independiente con partes de Siria e Irak, la reconstrucción de la provincia milenaria del Khorasan, por eso sumaron la “K” a sus siglas”.


En Bruselas hay un barrio, se llama Maalbeeck. Es señalado por ser el mayor foco de jihadistas de Europa. Allí, hasta el 2015, funcionaba un café. Se llamaba Les beguines. Era propiedad de los hermanos Salah e Ibrahim Abdeslam. Ambos participaron en los atentados del viernes 13 del 2015 en París. Uno de ellos alcanzó a accionar su cinturón lleno de bombas. El otro simplemente se arrepintió. Sus amigos afirman que nunca fueron islamitas radicales. Fumaban porros, bebían cerveza, no llevaban barba. En el café si hacían cosas indebidas. A veces pasaban por sus televisores, en vez de la Champions League o una pelea, escenas tan escabrosas como la decapitación del periodista norteamericano James Foley, un piloto jordano quemado vivo en una celda, o las imágenes que grabó el loco llamado Abdelhammid Abbaoud quien manejó la camioneta que asesinó a 89 personas en Niza. Cuando estas imágenes se pasaban en el bar Les Beguines la gente se reía como si estuviera viendo una película de Adam Sandler. La música que se escuchaba era rap echo por Jihadistas. Esta música se llama anashid. 


Hay unos que son los más admirados por sus seguidores se llaman  los hermanos Clain y tiene este tipo de versos:


Hay que golpear a Francia

es hora de humillarla

queremos su sufrimiento

y millares de muertos.


Los Clain fue una familia de franceses que se fueron a vivir a Siria para abrazar al Estado islámico. Como ellos hubo muchos jóvenes que, aunque se entusiasmaron al principio, se arrepintieron después. Uno de ellos fue el joven Antoine Perez, hijo de académicos afincados en Toulouse, clase media alta, educado, pero poco a poco se fue acercando a ISIS a través de internet.  Se casó en Francia con una mujer extremista. Se trasladó a Siria. Tuvo dos hijos. Le ofrecieron un apartamento relativamente cómodo. Cuando empezó a ver lo que sucedía, cuando llegó y lo pusieron a firmar un documento en donde él tenía que llenar este tinglado: lugar y fecha de muerte, el joven Antoine quiso devolverse. No lo dejaron. Era tarde. Intentó sobornar a alguien para que lo sacara del país, lo atraparon en la frontera, el Estado Islámico lo metió en un campo de concentración, tal y como lo cuenta en sus crónicas para el diario El País el excepcional escritor Emmanuel Carrere, y allí se fue pudriendo junto a su esposa y sus dos hijos, viviendo literalmente entre la mierda.


Al Qaeda en su momento reclutaba ingenieros, intelectuales y teólogos, las puertas de ISIS están abiertas para todo el mundo, para todo aquel adolescente que se odie, que quiera cambiar radicalmente su vida, que quiera alojamiento gratis, mujeres, cabezas que decapitar. Pero poco a poco se dan cuenta, tal y como lo dice el arabista Michelon “El estado islámico es el único ejército del mundo que no da ningún valor a la vida de sus soldados”.


Los ataques de Moscú aún son recientes. Se sabe que por alguna extraña razón los atacantes no les funcionaron sus armas, de pronto tenían la misión final de explotarse, de volarlo todo. Pero puede ser el principio de una segunda oleada que azote a Europa. Destruir a ISIS es tan difícil como destruir el odio.

 

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