Por: Redacción Pares
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El ciclo de la violencia en el que se encuentra el país hoy tiene varias características que no son atribuibles ni a la paz total, ni en general a una política gubernamental por aparte, sino que es resultado de distintas variables y factores que han venido transformando el conflicto armado interno. El principal cuello de botella de la paz total hoy es la presencia extendida de actores armados con capacidad de control y daño, pero cada uno con agendas e intereses diversos.
De acuerdo con la evidencia sobre el nacimiento y trayectoria de actores armados presentes en la confrontación hoy, se puede afirmar que la característica común a la inmensa mayoría de ellos – exceptuando al ELN – es que provienen de ciclos violentos pasados, muchos de ellos con acuerdos de negociación o sometimiento con compromisos mixtos, desde el acceso a justicia transicional hasta transformaciones políticas o económicas. Es decir, son expresiones que sobrevivieron y mutaron de anteriores ciclos de violencia. Si se permite la analogía con la biología: una característica de la violencia armada organizada en Colombia es que los grupos que la ejercen pueden sobrevivir y adaptarse.
Cuatro casos hay aquí y que se han expuesto a lo largo del informe: El Clan del Golfo o Ejército Gaitanista de Colombia, con un fuerte arraigo en las zonas de influencia de las antiguas Autodefensas Unidas de Colombia, el Estado Mayor Central de las FARC-EP que trata de replicar el control territorial y especialmente de población en zonas de antiguo control de las antiguas FARC, la Segunda Marquetalia cuya narrativa fundacional fue la traición al acuerdo de paz del 2016 y un cuarto caso que con las estructuras urbanas del crimen organizado, que en algunos casos como Medellín y el Valle de Aburrá tienen una larga trayectoria de regulación del crimen y el delito, pero también de imposición de normas sociales, lavado de activo y grandes inversiones en la economía legal y formal.