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Foto del escritorAttila Lenti

Música, paz y democracia: el método Kodály y la nueva Colombia

Por: Attila Lenti


El 22 de octubre se celebró el aniversario número 100 del cumpleaños de János Erdős, director de coros, pedagogo y profesor de música, gran promotor de la vida musical de la antigua ciudad universitaria de Szeged, Hungría. Un hombre humilde, tranquilo, de pocas palabras y enorme influencia en la vida de varias generaciones de jóvenes que participamos en sus clases y sus largos ensayos de coro, aprendiendo, cantando y viajando a distintos países para compartir la herencia cultural húngara. Un hombre inolvidable, con misión, incapaz de parar de trabajar por la juventud hasta sus últimos días. Pupilo del maestro Zoltán Kodály, inventor del –aún innovador– método Kodály que cimentó las bases de la enseñanza musical popular y masiva. Una tradición importantísima que ha sido objeto de interés de la comunidad científica y musical de diversos países (sobre todo Japón), mientras que en Hungría, su lugar de nacimiento, lastimosamente su uso está en gradual desaparición.


Sin música no hay hombre completo


¿En qué consiste este método que le cambió la vida a tanta gente? La idea base es que es posible el desarrollo integral y feliz del ser humano a través de la música, un bien común cuya democratización es un interés nacional prioritario. Para facilitar el acceso masivo al conocimiento musical, es primordial reconocer que la voz humana es el mejor instrumento, ya que está disponible para cada persona y el canto es el fundamento de toda cultura musical. Posteriormente puede iniciarse el trabajo con instrumentos musicales. La formación del oído musical en los niños debe comenzar temprano para “sembrar al alma” a tiempo. Cantar en coro con frecuencia no solo facilita la formación de espíritus sanos, sino que también promueve el pensamiento coordinado, la cooperación afinada entre compañeros y el mejoramiento de la concentración, la disciplina y la creatividad. Kodály se centraba en la tradición musical folclórica de Hungría en las primeras etapas de la enseñanza, como la “lengua materna musical” y la mejor herramienta para acercar el lenguaje de la música a los alumnos, acudiendo a nuestras raíces. Este principio, por supuesto, es adaptable a cualquier cultura y música folclórica.


El método de Kodály era absolutamente revolucionario para su época (años 1910-1920), debido a su flexibilidad y a que su programa pedagógico tuvo en cuenta las características de cada edad y fase de desarrollo del ser humano, priorizando el aprendizaje activo a través de una amplia gama de herramientas como el juego, los movimientos corporales rítmicos, los signos manuales y el solfeo relativo (conocido como solmización). Debido a sus enormes esfuerzos anteriores en el campo de coleccionar y sistematizar toda la música folclórica del campo húngaro, junto a Béla Bartók, Kodály disponía de una infinita cantidad de canciones para ser aplicadas en sus libros de enseñanza cuidadosamente elaborados.


Desde su invento, múltiples investigaciones han evidenciado que los niños y las niñas formadas con este método muestran mejor desempeño en todas las otras materias de la escuela, lo cual no es nada sorprendente al contemplar el complejo sistema matemático que entrelaza la música. Al aprender de ritmos, dinámicas complejas y distancia entre notas, la niñez automáticamente adquiere habilidades lógicas y de inteligencia emocional, imprescindibles en la vida. Teniendo en cuenta lo anterior, según Kodály, es necesario reevaluar la importancia de la música en nuestros sistemas educativos. Enfatizó la urgencia de fortalecer su enseñanza elevando el número de clases, ensayos de coro, mientras que la interpretación y la escritura de partituras deb´ian volverse tan normales como la lectura y escritura de textos. Ya que la música es un apoyo para el fomento de diversas habilidades, el rol dee la docencia es clave, lo cual debe reflejarse en su reconocimiento social y económico.


La cultura musical como motor de la transformación social


Colombia ha atravesado un conflicto armado largo y tiene el reto de construir su paz que, pese a todo esfuerzo, aún está en pañales. Se han acumulado traumas psicosociales, se ha descuidado enormemente la educación pública, se han destruido culturas locales milenarias, mientras que otras siguen resistiendo pese a los golpes que han recibido como resultado de la destrucción de su tejido social. Respecto a la educación como herramienta de transformación social y fuente de oportunidades abundan los clichés en los discursos políticos de las distintas fuerzas políticas, pero son muy pocas las ideas concretas sobre qué clase de educación queremos y cómo esta educación puede conducir a una mejor sociedad.


Las reformas políticas y sociales planteadas en este nuevo gobierno no pueden rendir frutos si no se asocian con ideas claras de cómo se quiere formar a la juventud para tener una sociedad humanista, solidaria, reflexiva, conocedora de su propia cultura y con actitudes democráticas de aquí a veinte años. ¿Cómo vamos a salvar a la juventud de los barrios que primero consigue un arma antes que un instrumento musical? Una juventud que, más allá de insfraestructura de cemento y clases aburridoras de convivencia y cultura ciudadana, lo que necesita es alimento espiritual y satisfacer su deseo e inclinación natural a vivir con las artes, desarrollar su creatividad y comprender su cultura, que es un camino a la belleza y la libertad interna. Un tipo de educación que esa juventud disfrute porque le enseña a interactuar con su comunidad y porque resuena con el interés de encontrar su propia identidad, equilibrio y su lugar en el mundo.


Una sociedad culta no acudirá a la guerra porque vivirá en función de la creación, la vida y el conocimiento, y sabrá tomar las mejores decisiones para su destino. Una sociedad culta no requiere clases de cultura ciudadana porque será la esencia de la misma. Una sociedad culta y sensible amará la naturaleza que la rodea y tendrá mayor facilidad para identificarse con los principios de su conservación. Asimismo, tendrá capacidades sobresalientes para aproximarse a problemas complejos, investigar y crear conocimiento y valor. Nunca más caerá en las trampas de la manipulación mediática.


El método Kodály es fascinante en la medida en que da luces sobre la construcción de una sociedad feliz, culta y preparada. Además, este método se centra en un campo en el que Colombia ya es potencia mundial. La diversidad musical folclórica de Colombia es asombrosa y única, al igual que el talento musical de su gente. La música suena por todos lados: en la calle, en las tiendas, en los buses y en las fiestas, donde se armoniza con secuencias de movimientos complejos. La tarea no es nada diferente a organizar este conocimiento en función de la formación sistemática de las juventudes de Colombia, aplicando recetas y metodologías que ya fueron inventadas y no han perdido nada de su vigencia, ni de su efectividad. La música es maravillosa porque hace un trabajo paciente y profundo al tiempo que consigue logros espectaculares en muy poco tiempo.


Para pensar la educación en clave del método Kodály, apuntándole a una transformación social profunda, se puede acudir a la cooperación internacional; así como es fundamental empezar a pensar en cómo adaptarlo al contexto colombiano. Con metodologías elaboradas, el fortalecimiento de la educación pública debe pasar por la dignificación del trabajo del docente de música y por la construcción de un programa de enseñanza musical amplio e incluyente.


Se trata de un cambio estructural. Las democracias representativas de la era neoliberal no han priorizado ni la cultura ni la educación, ya que es más fácil construir al consumidor obedeciente y autoexplotador sin pensamiento crítico, solidaridad ni sensibilidad emocional. Métodos como el de Kodály son abandonados, echados al olvido. Brindan las soluciones certeras para la sociedad, pero los “líderes” no se interesan en las verdaderas soluciones. La cultura siempre es la primera víctima de los recortes. Retomar a las y los grandes maestros de la formación humanista es el primer paso hacia la paz y la democracia.


 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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