top of page

No es polarización, es tontería

Por: Laura Bonilla




La teoría de que el mundo está en un escenario de cooperación cero fue creada por el periodista Ian Bremmer para describir cómo el liderazgo global cambió de 7 países (G-7) a 20 (G-20) y, después de la pandemia, a ninguno (G-0).  Incluso en plena Guerra Fría, el hecho de que las grandes potencias depusieran sus ánimos en pro de un beneficio común era considerado un acto de grandes estadistas. Hoy, cuando los grupos políticos son cada vez más pequeños y centrados en sí mismos, la cooperación entre distintos es vista con muy malos ojos por la opinión pública. Algunos, no pocos, la perciben como incoherencia. Los peores, como traición.


Colombia no es ajena a esta tendencia global. Sin embargo, como es habitual, creemos que somos únicos. En parte, ese rasgo de nuestra personalidad nacional nos inhabilita para concebir o implementar grandes proyectos, o siquiera mínimas soluciones: somos tan únicos que nada tiene solución. Es decir, que ninguna evidencia probada puede proveernos aprendizaje. Una actitud que genera tal situación de aislamiento y autosuficiencia que rechaza la colaboración. Y seamos honestos. No hay solución ni proyecto posible sin colaboración.


Esto le pasa al gobierno del presidente Gustavo Petro, pero también a la oposición, cada vez más desencajada y aislada de los hechos. Es muy claro que estamos hoy en un escenario muy criollo de cooperación cero. Si alguna lectora tiene dudas, solo mire la precariedad del debate anticorrupción, donde todo el mundo quiere echar a la cárcel a su opositor, pero nadie asume responsabilidades o trabaja en la prevención de comportamientos corruptos. O revise las últimas noticias, donde cualquier palabra mal puesta de cualquier ministro se escala a crisis de Estado. Intente siquiera pensar en una solución que esté en el debate público que no sea anular por completo al otro, llámese petrismo, centro u oposición. Es difícil, ¿verdad?

Pues esa es justamente la primera característica de un ambiente de cooperación cero: Detalles, palabras o minucias son fácilmente escalados en disputas ideológicas o identitarias. Así, las legítimas diferencias de opinión se llevan al extremo por la mayoría de los políticos, ya que, por otro lado, la ciudadanía parece consumir más contenido de aquellos que gritan más fuerte. Piensen en cuando el presidente Petro dijo poder constituyente y más de uno anunció la caída del Estado de Derecho. Así, sin más.  


La segunda característica es la carencia de objetivos globales que puedan generar consensos o que presionen a los tomadores de decisiones a ceder su posición inicial. Esto es aún más grave porque las partes más extremas dinamitan sin ninguna evidencia las opciones de consenso. Nuevamente puede que el llamado al poder constituyente del presidente Petro sea vago y confuso para un amplio sector de la población. Pero esto no significa que nuestra carta no necesite reflexiones para resolver, por ejemplo, los graves problemas de corrupción en el sistema político o la ineficiencia en la administración pública. Una mirada a la descentralización, que podría perfectamente ser un objetivo global, se sacrifica porque es imposible cooperar con el contrario.


Otro ejemplo, terriblemente doloroso es la paz. En un momento donde debiera ser un objetivo global, un sector se ha dedicado a negar cualquier posible beneficio colectivo de la misma y a obstruir que llegue la cooperación y la ayuda necesaria para desbloquear muchos compromisos que hoy no tienen cómo cumplirse, pero en el gobierno también se han cerrado a ver errores de diseño, de criterio y de enfoque y aceptar que sus consecuencias han sido negativas en las poblaciones que necesitan protección inmediata.


La tercera característica es el incremento de acusaciones de culpabilidad y la negación de beneficios compartidos,un clásico colombiano que se evidencia nuevamente en la posición actual frente a la paz. Mientras la oposición ataca la idea misma de la paz, sin evidencia suficiente, el gobierno niega realidades evidentes. En este marco de desconfianza y culpabilidad, ni siquiera los grupos armados en la mesa consideran que la paz trae beneficios suficientes y muchos piensan que el Estado es incapaz de cumplir lo que acuerda. La paz, que debería ser nuestro propósito común, está dolorosamente empantanada.


La cuarta característica es la hipervigilancia en función de las acusaciones mutuas. Esto contribuye a crear un clima generalizado de desconfianza y exacerba la situación de cooperación cero. Las partes, tanto gobierno como oposición, junto con sectores de la sociedad civil, la academia y el periodismo, incrementan su esfuerzo para vigilar cada movimiento del contrario. Esto no debe confundirse con la función de buscar la verdad y controlar al poder. Pero hace parecer que estamos ante un incremento sin medida de casos de corrupción cuando en realidad estamos monitoreando más sectores que jamás se vigilaron, como la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo o el Ministerio de Deportes, alejando cualquier pacto o consenso ante el problema.


Seré franca en el cierre de esta columna: no existe en el mundo ninguna crisis importante que se haya resuelto sin concesiones. Es una tontería pensar que es mejor ver el mundo arder que mejorar. No vamos a resolver ni la crisis de la salud, ni la paz, ni la seguridad, ni superar la pobreza o la corrupción, o adaptarnos al cambio climático bajo este marco. No se "construye" Estado en las regiones agudizando las crisis. Lo único que se cosecha es más crisis y más pobreza. La polarización que nos venden no es real, pero quienes la promueven sí quieren que lo sea. No les interesa ninguna solución. Su objetivo es reinar en el caos.

bottom of page