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Foto del escritorRedacción Pares

Parteras: dadoras de vida

Foto: Manuela Botero

Por: Manuela Botero, Oficina Pacífico – Pares


Nace la Vida en el Pacífico. Nace la vida en López de Micay, departamento del Cauca. Es 2007 y son las manos de una partera las que sirven de puente para que Heidy Yuliana Castro, primera hija de Edna Castro, abra los ojos en el mundo terrenal.

Edna, es una mujer afro, hoy, madre de cuatro hijos. Al igual que cientos de mujeres negras, Edna fue víctima del abandono estatal que llevó al deterioro de la carretera y de la infraestructura del único centro médico de su municipio. Por lo que tuvo su primer parto en casa: pagó 60.000 pesos y estuvo acompañada de su madre, quien mucho tiempo atrás le había dado vida de la misma forma. Edna menciona que a diferencia de los obstetras, la mujer partera brinda seguridad y familiaridad, y que, a pesar del dolor, esta tradición debería mantenerse tan viva como el primer día y ser reconocida por la medicina.

En medio de la guerra, el crimen organizado, la pobreza y las altas tasas de mortalidad materna, la figura femenina es sinónimo de vida en el pacífico colombiano. Gracias a sus saberes ancestrales y el conocimiento que han adquirido acerca de las plantas, animales y demás recursos naturales, son “dadoras de vida” en una región donde ni el estado, ni la medicina moderna han llegado.

La partería es un ejercicio de obstetricia ancestral o tradicional encargada de cuidar las fases del embarazo de la mujer afro en Colombia, esta practica brinda acompañamiendo y seguimiento a la embarazada que no tiene acceso al Sistema Nacional de Salud por su ubicación geográfica, su condición socieconómica y, en algunos casos específicos, por su formación académica o cultural. Este ejercicio no se aprende en los libros ni en las enciclopedias, pues es una actividad que va de generación en generación, transmitido de madre a hija, de abuela a nieta y es profundizado mediante la observacion y acompañamiento a las parteras más viejas, las cuales tienen entre 50 y 60 años de edad.

Alrededor de esta ejercicio ancestral se construye un mundo que va desde rezos y oraciones propias de la cultura afro, hasta todo tipo de alimentación, botellas curadas, bebidas autóctonas de la región, y medicamentos tradicionales a base de zaragoza, anís, verdolaga u otras plantas sembradas por ellas mismas.

Cuando se da inicio al alumbramiento, las parteras esterilizan los elementos quirúrgicos, preparan las plantas que le brindarán cuidado a la madre y al recién nacido y, a su vez, alternan esto con arrullos, alabaos, oraciones y canciones que le otorgan tranquilidad y compañía a la parturienta. “La hacemos entrar, la hacemos sentar, conversamos con ella, se le hablan cosas bonitas (…) para que tenga un buen parto, yo le hablo con cariño, aunque las mujeres negras no necesitan de palabras bonitas, somos fuertes (…) y después, entramos en el tránsito” – Testimonio de una partera*.

Cuando el bebé nace, este es revisado enseñado a las demás personas que hicieron presencia en la labor de parto; se le suministra una bebida caliente a la nueva madre junto a otras recomendaciones que se deben tener en cuenta para una óptima recuperación. Este paso a la vida no es más que una bella contradicción, en donde se contrasta la rudeza de procrear con la armonía de dar a luz.

Según la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico- ASOPARUPA, quienes desde hace 30 años agremian a las comadronas de la región, en las zonas urbanas y los territorios rurales que adornan la extensión del océano Pacífico colombiano, atienden entre 4.500 y 5.000 partos al año.

Esta práctica ancestral de las comunidades afro del pacífico colombiano fue considerada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación en octubre del 2016 por parte del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural. A pesar de esto, la partería en esta región, así como las nuevas vidas que trae consigo al mundo, intenta sobrevivir en medio de las precariedades de unos municipios olvidados por el Estado.

La historia de la partería en Colombia empieza en el siglo XVII, desde entonces, a estas mujeres afro y en muchos casos, analfabetas, se les denominaba como “comadrona” o “partera”, términos utilizados por el cuerpo médico de los hospitales, sin embargo, solo hasta mediados del siglo XIX, se les empezó a otorgar un mayor reconocimiento y así, a exaltar este oficio tradicional de obstetricia, brindándoles acompañamiento y capacitaciones teóricas con el propósito de mantener dicha profesión.

*Testimonio retirado de la exposición “Partería, saber ancestral y práctica viva” del Centro Cultural del Banco de la República de Buenaventura.

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