Por: María Victoria Ramírez (Coordinadora Asuntos de Género y Cambio Climático) y Miguel Ángel Rubio Ospina (Coordinador Línea de Jóvenes en Riesgo y Participación Juvenil, Escuelas de Liderazgo Juvenil)
La libertad es una mujer
Que no ha podido liberarse
Porque debe coser y planchar sus banderas
Patricia Ariza, actriz, dramaturga y poeta
Los pasos de Patricia Ariza en Nueva York
En 2014, Patricia Ariza fue honrada por la Liga de Mujeres Profesionales del Teatro (LPTW-League of Professional Theatre Women) en la ciudad de Nueva York con el Premio Internacional de Teatro Gilder/Coigney, reconociendo su trabajo excepcional en el teatro a nivel mundial. La LPTW es una organización de membresía para mujeres profesionales del teatro que representan una diversidad de identidades, orígenes y disciplinas. A través de sus programas e iniciativas crean comunidad, cultivan el liderazgo y buscan aumentar las oportunidades y el reconocimiento de las mujeres en el teatro profesional.
En la página web de la LPTW, en primer plano, se destaca lo siguiente: “El Programa de Premios Internacionales de Teatro Gilder/Coigney de la Liga de Mujeres Profesionales del Teatro fue creado para celebrar a estas dos mujeres, Rosamond Gilder y Martha Coigney, quienes trazaron un curso duradero que facilita la comunicación entre los artistas de teatro. Celebrado cada tres años, este premio reconoce el trabajo excepcional de las mujeres del teatro en todo el mundo, promueve una mayor visibilidad y nuevas oportunidades para la ganadora y sus congéneres nominadas, fomenta los lazos y la creación de redes con miembros de la LPTW e instituciones culturales locales y reconoce las contribuciones que una artista de teatro internacional ha aportado a su cultura y a la vida de su público”.
Las ganadoras anteriores incluyen a Odile Gakire Katese de Ruanda (2011), Patricia Ariza de Colombia (2014), Adelheid Roosen de Holanda (2017) y Hanane Hajj Ali de Líbano (2020). El premio Gilder/Coigney Lifetime Achievement Award (GCITA) fue otorgado a Franca Valeri en 2020. El programa GCITA incluye una semana de eventos que perfilan y celebran a todas las nominadas y destacan el trabajo de las mujeres del teatro en todo el mundo, incluida la ceremonia de entrega de premios, paneles de discusión, talleres, actuaciones y recepciones. El próximo Programa de Premios se llevará a cabo en octubre de 2023. La ganadora de 2023 recibirá un premio en efectivo de USD $1,000 y un viaje de una semana a Nueva York, una celebración de un día completo de su trabajo organizada por la LPTW en colaboración con instituciones asociadas, y oportunidades para conocer y establecer contactos con compañías de teatro y artistas con sede en Nueva York y con sus hermanas nominadas.
El 29 de junio de 2022, en un bar llamado Terraza 7, en Queens, Nueva York, cuyo frente está pintado de un azul, tan azul como la casa azul de Frida Kahlo, se encontraba Patricia Ariza, en el marco del 20 aniversario de D Studio Theatre dirigiendo un performance denominado La Paz Haré La, cuyo tema central es mostrar en la pasarela, no a esas mujeres que normalmente la sociedad reconoce como “modelos” debido a los estereotipos de belleza que estas deben cumplir, sino, como lo afirma la maestra Patricia Ariza, a las mujeres de verdad: “nuestra Paz Haré La es un espacio para las mujeres de verdad, las mujeres blancas, negras, altas, bajas, gordas, estudiantes, maestras, mujeres vulnerables y las mujeres lideresas sociales que sí tienen mucho que decirle a la sociedad y este es el espacio ideal para hacerlo”.
Esta presentación teatral especial de la gran artista colombiana que resume un proceso de un mes de trabajo, tuvo como preámbulo un proceso artístico de producción de ensayos, experimentación y creación en colectivo, usando los temas de inmigración y violencia doméstica. El resultado, muy conmovedor: mujeres jóvenes con experiencia migratoria que hacen catarsis colectiva a través del lenguaje artístico y que develan realidades dolorosas de los y las migrantes en Estados Unidos, además de las expresiones de violencia de género en este contexto.
Ese día, mientras ella le habló al público, en su mayoría latino, sobre el cambio que tiene lugar en Colombia con la elección de Gustavo Petro como presidente, aún no se sabía, y creemos que ella no lo esperaba, su designación como ministra de Cultura.
Patricia Ariza y la política
Patricia es pausada, serena, precisa. Como escribiera sobre ella en Las2orillas, María Paz Gaviria, en junio 15 de 2016:
“Es una persona tenaz, sensible, fuerte y comprometida con la construcción de una Colombia nueva...Escribir sobre ella es todo un honor porque es una persona tenaz, sensible y fuerte, como buena santandereana. Una mujer que llegó a Bogotá víctima de la violencia bipartidista, tal vez por vivir los desmanes de la guerra ha dado su vida por la construcción de otro país, desde los sueños, la esperanza y la sensibilidad. Patricia es una revolucionaria, su militancia la hizo desde la política con las Juventudes Comunistas, pero también desde el arte político, crítico y reflexivo”.
En otra entrevista publicada en 2019,]ella dice que su sentimiento fundamental es ser una artista y que desde ese lugar ve el mundo y hace todo lo demás. Se reclama de dedicación sistemática al teatro, que es mucho más que ser profesional, siempre pensando en la obra que crea en el momento. Reconoce que su feminismo viene posteriormente, que quizás era una feminista en el comportamiento desde antaño, pero no lo tenía como una perspectiva filosófica, ética y política. Afirma que no se imagina sin ser activista social o artivista, y sin ser feminista, de un feminismo atravesado por los problemas sociales, reconociendo la diversidad de feminismos que existen, ella se reclama de aquel que está atravesado por los problemas sociales y por las clases sociales.
En el portal No habrá paz sin mujeres, en entrevista y texto elaborado por Patricia Simón, se nos cuenta que Patricia Ariza “poco después empezaría a montar performances con Jael Quiroga, superviviente de la Unión Patriótica y la concejala que llevó el caso del genocidio político ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. «En todo ese trasegar me volví feminista por la solidaridad de las mujeres. Empecé a estudiar, a entender y a hacer teatro con las mujeres. Yo soy como una mesa de tres patas que nunca está derecha: soy feminista, revolucionaria y artista». Y añade: «Con las mujeres aprendí cómo convertir en el teatro el dolor en fuerza»”.
En esa misma entrevista Patricia llama la atención:
“Este país está muy enfermo porque a diferencia de los del Cono Sur, ha habido muchos muertos, desaparecidos, pero no ha habido una dictadura. Aquí hay más muertos, más desaparecidos, pero en una democracia perfecta, con unos presidentes muy cultos, que van a la Ópera…Un día hacen una declaración incluso humanista, otro día levantan una mano cortada de un guerrillero como los deportistas cuando ganan una copa. Uno dice en qué país estoy viviendo, con qué clase de élite estoy conviviendo. La paz no es lo que sucede en La Habana, la paz es solucionar lo que ocurre en el Catatumbo, lo que ocurre en el territorio. Y me parece muy triste que no estén ni la cultura ni las mujeres en La Habana. Si la sociedad no interviene no hay nada que hacer. La participación política aquí se confunde con participar en elecciones. Se trata de que yo pueda participar en los presupuestos de la cultura, y estoy hablando dentro del capitalismo. Aquí es una democracia tan restringida, no hay esa posibilidad”.
Esa mujer que se cree una mesa coja pero que ha vivido en su piel la guerra y el renacer de la esperanza en Colombia será la que conduzca desde la cultura la transición política. Patricia, ¡abre el telón!
Al fin una artista en el Ministerio de Cultura
Uno de los anhelos del sector artístico y cultural de Colombia y de sus regiones es que al Ministerio de Cultura llegase alguna vez un o una artista, que pudiera desde el quehacer, el oficio, las sensibilidades y la comprensión vital de las problemáticas del sector, ser quién determine el gasto de la cartera de cultura con pertinencia profesional y solidaridad gremial.
Patricia Ariza encarna hoy esa esperanza para el sector cultural colombiano, cuyo timonel siempre ha estado en manos de tecnócratas de las cifras y los métodos, y a los que poco les importa las dificultades por las que pasa un creador para darle destino final a su obra.
Venida del teatro La Candelaria de Bogotá, quizá el grupo de teatro militante más importante de Colombia. Y digo militante porque desde su concepción de trabajo, la creación colectiva, el teatro La Candelaria ha planteado en sí mismo una postura no solo de artificio creativo, sino también político; pues este método acaba con la tiranía del director que todo lo sabe, ordena y dispone, para dar paso a la polifonía creativa del grupo de actores que proponen en la escena, crean y determinan el ser de la obra final, es un teatro donde todos ponen, todos crean, y todos opinan y disponen; de ese modo el proceso creativo de la obra se convierte per se, en un asunto profundamente democrático, plural y diverso.
Ha sido este el secreto del éxito del teatro La Candelaria desde hace 56 años, primero bajo la batuta de Santiago García y en los últimos tiempos bajo la de Patricia, su expareja, con quien tienen en común una hija, Catalina, criada entre bastidores, maquillajes, parafernalias, actores y poetas, y que merodeaba de pequeña por la sala que con bonos alquilaron inicialmente en los años 60 para tener su propio espacio, y en la que hoy no solo existe el grupo de teatro, sino la Corporación Colombiana de Teatro, un esfuerzo conjunto y organizado del sector teatral del país para resistir el embate del olvido y el abandono estatal.
Patricia se forjó al lado de Santiago García como actriz inicialmente. Cuenta en una de las muchas entrevistas que cuando se presentó por primera vez ante el maestro García para ser miembro del grupo, este le respondió que ya tenía todo el elenco completo, pero que necesitaba quien tomara notas sobre los procesos creativos en cada ensayo, por lo que su primer oficio fue el de asistente de dirección, tomando nota y entendiendo de cerca todos los secretos de un método de creación que apenas empezaba a ser tomado en cuenta en el incipiente teatro colombiano de entonces.
Patricia pasó también por el movimiento nadaísta colombiano. Los rockstar de la poesía y la literatura colombiana de los años 60 y 70, fue cercana al dios del nadaísmo y máximo líder Gonzalo Arango y militó artísticamente en este movimiento con figuras capitales como Jota Mario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar, Fanny Buitrago, entre otros, lo que quizá fue el dispositivo estético que activó en ella su vena poética y literaria, y lo que también de paso despertó su activismo político que la llevó a la Unión Patriótica y a ser sobreviviente del genocidio perpetrado contra este movimiento en los años 80 y 90.
Creadora del festival Mujeres en Escena por la Paz, cuyo propósito es resaltar el papel de la mujer en las artes escénicas de Colombia y el mundo, creadora de un sinfín de performances en todo el país en torno a la violencia y el conflicto armado, ha hecho teatro con grandes actores de dedicación sistemática como ella les dice, pero también ha montado en las tablas a habitantes de calle, que, desde el tugurio y el rap, expresaron sus sentires y su visión de país.
Hoy llega al Ministerio de Cultura. Mujer actriz, poeta y dramaturga, formadora de actores de gran calado artístico que han pasado muchos ya por la televisión y el cine, con una historia política a cuestas y una postura estética sólida, una serenidad a prueba de insultos, balas y atrabilis política. Esperamos ponga el Ministerio de Cultura no solo al servicio de los artistas y gestores culturales del país, sino al servicio de las periferias, al servicio de los nadie, al servicio del pueblo.
Un gran reto le espera a Ariza, un ministerio que en los últimos años estuvo en contra del gremio, con su política inexistente de la llamada Economía Naranja, con unas ministras (en su mayoría han sido mujeres) que solo piensan en números y cobertura, y un presupuesto bajo. Dberá hacer de esta una cartera que aporte al cambio, a la justicia social y al vivir sabroso.
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