Por: Germán Valencia
Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
Entre el 19 y el 25 de noviembre de este año las delegaciones de paz del Gobierno nacional y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se reunieron en Caracas, Venezuela, con la intención de hablar y presentar opciones para superar la crisis en el que está hundido el proceso de paz, que este mes cumple dos años. En el Comunicado Conjunto, publicado el 25 de noviembre, las delegaciones de paz reconocieron “avances, logros y perspectivas”.
En la semana que estuvieron reunidos, nos cuentan, lograron hablar de los avances alcanzados y de la conveniencia de continuar dialogando el próximo año. Enfatizaron que tras la firma del acuerdo parcial Agenda de México y de los otros 27 acuerdos firmados se puede concluir que en este proceso de paz se avanzó “como nunca antes en la historia de las conversaciones con esta organización armada rebelde”. Además, asumieron el compromiso de continuar los diálogos de paz desde enero de 2025.
En el Comunicado también hay una serie de afirmaciones muy realistas, como que los logros se han dado “en medio de grandes dificultades, entre las cuales está la dolorosa circunstancia de que, a pesar de haber conseguido un año de cese al fuego, el conflicto armado continúa cobrando vidas de jóvenes soldados, de integrantes de la guerrilla, y sometimiento a poblaciones en los territorios a los efectos de la confrontación violenta, que se suma a situaciones de inmensa precariedad en sus condiciones de subsistencia”.
Está última afirmación, al igual que otras, tienen la virtud de poner en contraste la visión optimista que queremos que tengan las negociaciones de paz con el ELN, con otra visión más realista y crítica, que identifica los peligros que tiene este proceso de paz. Es muy conveniente que las personas que tienen a su cargo la dirección y superación de la crisis del proceso, reconozcan las oportunidades que existen pero también sean conscientes de los enormes peligros y riesgos que se tienen con el camino elegido.
En múltiples ocasiones se nos ha dicho que la palabra Crisis en el idioma japonés tiene un significado especial. Nos advierten que para aquella cultura a este concepto se le asocia con el de Oportunidad. Con este re-significar buscan convertir un mal momento en una magnífica ocasión para cambiar y continuar. Buscan ofrecer a los sujetos la posibilidad de transformar un momento difícil en una opción de cambio, donde la gente puede pasar de un impasse a un venturoso camino.
Es decir, con esta metamorfosis de la palabra Crisis en Oportunidad se busca que las personas puedan exorcizar una difícil situación. Que aprovechen el momento maluco para usarlo en su beneficio. Para que cambien su visión de crisis como amenaza o una situación de cambio repentino y duro, a una donde pueden enfrentar los acontecimientos con optimismo, creatividad y muy buenos deseos.
Pero en esta bella tarea de mutación a los traductores se les ha olvidado comentar que la palabra Oportunidad está acompañada en la cultura oriental de otra que, de manera paralela, contiene también el concepto de Crisis. En el idioma japonés la palabra crisis está compuesta por dos ideogramas: 危-機 —que se pronuncian de manera similar Ki-Ki o Ki-ji, dada la raíz griega del término “κρίσις”—.
El segundo ideograma —機— corresponde a nuestra resaltada palabra de Oportunidad; pero, el primero contiene la oculta y olvidada de Peligro. Un concepto que nosotros asociamos comúnmente con la de riesgo o amenaza. Un lado oculto de la palabra crisis que en la cultura japonesa se resalta pero que en nuestro idioma se deja de lado y se busca no nombrar.
Con este olvido —premeditado o no— están logrando que nuestra cultura no considere algo que resulta esencial en momentos difíciles. Nos están haciendo olvidar que la luna también tiene un lado oscuro, que representa el Peligro. Una situación que está cerca pero que no la queremos reconocer, ni mucho menos enfrentar.
En el mundo científico de las finanzas, por ejemplo, el riesgo es un factor clave para la comprensión de cualquier fenómeno. Este puede ser identificado, observado y cuantificado. En este sentido, todo analista o responsable de una empresa tiene la tarea de considerarlo, predecirlo —incluso estadística y matemáticamente— y buscar la manera de evitarlo para aumentar el beneficio o reducir las pérdidas.
De allí entonces que sea necesario reconocer en el Comunicado Conjunto del Gobierno y del ELN la presencia de la visión optimista de las negociaciones de paz y las oportunidades que trae para el país la continuidad del proceso. Como dicen ellos “somos conscientes del cansancio de la violencia y del clamor de que estos diálogos avancen con celeridad y eficacia, y produzcan un balance adecuado entre los acuerdos en términos estructurales y las transformaciones reales en los territorios”.
Son ellos conscientes de que continuar con el proceso de paz permitirá “construir el acuerdo más completo y desarrollado posible que permita el camino de la transición a la paz con el ELN”. Un proceso donde se espera que participen “todas las fuerzas sociales, económicas y políticas del país” para que entre todas construyan un gran acuerdo nacional que contenga las recomendaciones y acciones para lograr las transformaciones necesarias para construir otro país.
Pero también hay que advertir que el camino elegido —de continuar sin cese al fuego, sin reuniones hasta el próximo año y con la idea de avanzar lo más que se pueda pero que no se espere un acuerdo final durante el gobierno Petro— tiene muchos riesgos. El peligro de que la población se desespere y critique el proceso de paz, ante una arremetida de violencia entre la Fuerza Pública y la agrupación guerrillera, incluso con otros grupos armados con los que está en guerra, y donde la población civil está en el medio sufriendo.
Críticas y desencanto que podría tener el penoso efecto de que muy pocos acepten “la invitación de participar decididamente en la construcción de este proceso”. Y, por tanto, que los aportes a los diagnósticos sean escasos, al igual que las transformaciones que proponen. Es claro que la guerra dispersa y destruye confianzas.
Y, finalmente, riesgo de que no se llegue a ningún acuerdo nacional, pues como lo advierte el presidente Gustavo Petro, existe la posibilidad de que en las próximas administraciones no se tenga la disposición para retomar las negociaciones y “probablemente no haya otro gobierno que quiera acordar la paz con la guerrilla”.
En conclusión, como se ha mostrado la palabra Crisis en la cultura oriental trae emparejado el doble concepto de Peligro y Oportunidad. Un concepto sombrilla que es aprovechado por ellos para hacerlos más fuertes frente a la adversidad. Sin embargo, en nuestro contexto, de forma descuidada, solo nos muestran el segundo componente, buscan que olvidemos que, además de una ventaja, la crisis lleva en su corazón el riesgo.
Reconocer el Peligro que existe y existirá en el proceso de paz con el ELN, al igual que con cualquier otro actor armado, nos ayudará a tomar conciencia de los riesgos que tiene la toma de decisiones. Estamos en un “punto crucial” y el hecho de aplazar los diálogos hasta el próximo año, de no haber prorrogado un cese al fuego bilateral y de haber dicho que en este gobierno no se va a tener un acuerdo final y una desmovilización de está guerrilla pone en peligro el proceso de paz.
¡Qué bueno el optimismo y ver la crisis como Oportunidad! Pero resulta un problema para el tomador de decisiones el no sopesar con mayor fuerza en las decisiones los riesgos en que se pone el proceso por no considerar el componente olvidado de crisis. Hay que ver y cuantificar el peligro, este lado oculto y olvidado del concepto. Esto nos permitirá ubicar los factores de riesgo y los detonantes, además cuantificar los efectos dañinos y encontrar caminos para evitarlos.
* Esta columna es resultado de las dinámicas académicas del Grupo de Investigación Hegemonía, Guerras y Conflicto del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.
** Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.
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