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Por encima del machismo, el juego debe continuar

Por: Daniela Quintero. Redacción Pares


Dos jóvenes futbolistas de la Selección Colombia sub-17 femenina denunciaron ante la Fiscalía que fueron víctimas de acoso sexual y laboral por parte del director técnico, Didier Luna, y el preparador físico, Sigifredo Alonso.


Este episodio de violencia abrió de nuevo el debate sobre la desigualdad de género y abuso contra las mujeres que se vive al interior de un deporte que tradicionalmente se asocia con lo masculino. Por ahora, aterra el silencio de los directivos del fútbol.


En este caso, se espera que las denuncias sean investigadas de manera inmediata por las autoridades y sancionados los responsables. El fútbol femenino va en alza, y el llamado a los directivos es a que rechacen cualquier abuso contra las mujeres y le metan el hombro a su fortalecimiento como deporte profesional.


Las primeras denuncias de prácticas machistas

En diciembre de 2018, la capitana del equipo femenino del Atlético Huila, Yoreli Rincón, fue una de las que más celebró haber ganado, por primera vez para la historia de este deporte femenino, de la Copa Libertadores. Sin embargo, en medio de la euforia, Yoreli hizo una denuncia: alzó la voz en contra de la manera en la que se repartieron los dineros correspondientes al premio en el fútbol femenino colombiano. “Somos campeonas continentales. Pero no crean que a las campeonas femeninas también nos dan premio. Por ser campeonas nos ganamos 55 mil dólares los cuales nunca van a llegar a nosotras, lastimosamente. Eso llega al Huila masculino que tiene un presidente diferente al de nosotras, que es Diego Perdomo”, expresó Rincón.


Esta denuncia dio apertura a más reclamos por parte de otras jugadoras que habían estado en silencio por varios meses sobre este asunto abiertamente discriminatorio..


El empresario y presidente del Deportes Tolima, Gabriel Camargo, se despachó contra las futbolistas ‘opitas’ y aseguró que el fútbol femenino “no va bien”.


El dirigente deportivo le envió este mensaje a las futbolistas ganadoras de la Copa Libertadores: “Pregúntele a los del Huila cómo están de arrepentidos de haberle invertido tanto. Y fuera de eso, el fútbol femenino es un caldo de cultivo de lesbianismo”


Por su parte, el presidente de la Dimayor, Jorge Enrique Vélez, indicó lo siguiente refiriéndose a la denuncia de la jugadora campeona «El premio lo da Conmebol al equipo, las decisiones administrativas son del equipo, entonces no sé qué problema interno hubo. Pero está prohibido que se den este tipo de declaraciones, sobre todo temas monetarios, porque esto hace mucho daño»


Según cifras aportadas por ONU Mujeres, entre el 2008 y el 2017, la participación laboral de las mujeres en Colombia dio un salto importante pasando de 46.4% a 54.5%. Sin embargo, la brecha con respecto a los hombres se ha mantenido con una diferencia que supera los 20 puntos porcentuales.

“Nos sentimos amenazadas”


“Los deportes modernos son considerados socialmente masculinos, son espacios de homosocialización, es decir, que son lugares y momentos para entablar relaciones de amistad, de esparcimiento entre hombres, allí, la presencia femenina tradicionalmente ha sido cuestionada e interrumpe con el orden de estos ambientes de los hombres”, explicó Angélica Gutiérrez a la Fundación Paz y Reconciliación. Ella es antropóloga de la Universidad Externado de Colombia y miembro del colectivo La Maquinaria Girls Skate.


“Esto funciona exactamente igual que con los salarios y con el ámbito laboral, hay un imaginario y un estereotipo de que por ser mujer, trabajamos menos, no jugamos bien fútbol, o en mi caso, no patinamos exactamente igual que los hombres y que por eso entonces debemos ganar menos. El esfuerzo y la dedicación que empleamos las mujeres en los deportes es el mismo, por lo tanto, la retribución económica debería ser igual”, apuntó Gutiérrez.


La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), señaló el año pasado que en Colombia, a pesar de que las mujeres poseen más altos niveles de educación frente a los hombres, “tienen menores tasas de empleo y un mayor riesgo de no ser empleadas”.


Las colombianas Melissa Ortíz e Isabella Echeverri, jugadoras de la Selección Colombia, expresaron la semana pasada, en un video publicado en redes sociales, los reparos que tienen contra la Confederación.


No paran las denuncias


“Hoy queremos hablar de algo muy importante. Nos sentimos amenazadas. No nos pagan. No hay vuelos internacionales. Los uniformes son usados. La Federación ha cortado (sacado) jugadoras por hablar”, señalaron.


Tres días después, el portal periodístico Liga Contra el Silencio hizo pública una denuncia de dos jugadoras de la selección Colombia, que por su seguridad no revelaron la identidad, en la cual acusaron al DT y al preparador físico por acoso sexual y violencia de género.


A su vez Carolina Rozo, fisioterapeuta del equipo, salió en defensa y apoyo a las denunciantes y fue llamada por la Fiscalía para ampliar la información en ese caso. “Tenía una afectuosidad con las niñas que no era normal, intentaba besarlas, coger su cara y hasta cogerles la cola”, dijo Rozo en W radio.


Por su parte, Álvaro González Alzate, vicepresidente segundo del comité ejecutivo de la Federación, dijo que los reclamos y denuncias se estaban dando en un momento en el que se contempla acabar con la liga femenina de mayores.


El fútbol, un espacio de segregación para la mujer


De acuerdo con la analista, estos comportamientos en el fútbol se deben a que los deportes modernos nacieron en el siglo XIX. ¿Y dónde estaban las mujeres en ese momento de la historia?, estaban cocinando y lavando. Sin embargo, “aun así hayan pasado 200 años estas estructuras casi que se mantienen intactas” agregó,


“Por eso vemos que la selección femenina tiene los uniformes más precarios, no les pagan, mientras la selección masculina sí está totalmente apoyada”.


También explicó que lo que sucede es un problema estructural de la sociedad que está en función de reproducir “esas dinámicas discriminatorias y segregadas hacia las mujeres que están en espacios públicos”, añadió.


Según la Casa de la Mujer, el 82,1% de las mujeres víctimas de violencia sexual no denuncian. Y del total de denuncias que interponen las mujeres por acoso sexual y laboral en Colombia, el 98% resultan ser ciertas. Por su parte, Ángela Cerón, directora de la Fundación Iniciativa de Mujeres por la Paz, dijo a Pares que “en el escenario laboral casi siempre por los contextos de las mujeres, los jefes tienden por esta sociedad patriarcal a presionar a las mujeres para que accedan a sus intereses sexuales”.


Los escándalos de este tipo proceden de una raíz que es la forma sexualizar a las mujeres. “Esto lleva a que el técnico o el encargado de entrenarlas (…) emplea su relación de poder, entonces al ratificar su poder sobre la jugadora lo que hace es desvalorizar completamente sus capacidades futbolísticas”.


“Siempre hay quienes defienden al agresor»


Tras la serie de acusaciones contra el técnico del seleccionado femenino, cinco jugadoras del equipo salieron a defender al entrenador y crearon un numeral en sus redes sociales #PorTuBuenNombreDidierLuna en señal de apoyo. En instagram expresaron que en ningún momento fueron acosadas por Luna.


De acuerdo con Cerón, “siempre hay quienes defienden al agresor muchas veces porque siguen bajo el poder del agresor o en otras ocasiones por beneficios económicos”. Sin embargo, resaltó que hasta no haber una condena, el acusado tiene presunción de inocencia hasta que se pruebe lo contrario.


El periódico El Tiempo señaló que Luna se pronunciará hasta el próximo viernes por recomendación jurídica. Y le dijo al medio que “en 40 años de vida profesional nunca ha pasado por una situación similar”.


Por su parte, Gutiérrez expresó que muchas personas no denuncian o no apoyan por miedo a perder su trabajo. En este caso, por miedo a que la Federación tome represalias en su contra. Además, explicó que para que este sistema discriminatorio funcione “tiene que tener aliadas a las mismas oprimidas.»


La igualdad de hombres y mujeres no es solo un derecho humano fundamental, sino también la base necesaria para conseguir una sociedad pacífica, democrática, próspera y sostenible. El juego debe continuar por el bien de todos y todas.

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