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Por primera vez en 34 años un militar es Ministro de Defensa: ¿Por qué Petro acabó con una tradición?

Por: Iván Gallo




La jerarquía, la antigüedad, es muy respetada por los militares. Sacar a cada general cuesta una inversión de dinero y experiencia. Por eso, cuando un presidente, antes de la Constitución de 1991, escogía a un general para que fuera su ministro de guerra -nombre que tenía antes el ministerio de la defensa- se le presentaba un problema con sus tropas. Desde la época de César Gaviria y de la misma Constitución del 91, se terminó esta complicación. Amparados en la Constitución del 91 se nombró como ministro de la defensa a Rafael Pardo. Un civil.

 

Esta tradición que duró 34 años la cortó, paradójicamente, un presidente de izquierda cuando el pasado 19 de febrero Gustavo Petro decidió que el reemplazo de Iván Velásquez será el general Pedro Sánchez quien lleva treinta años en la Fuerza aérea y se ganó buena parte del fervor popular después de ser conocido como el héroe que rescató a los hermanitos Mutucuy de la selva. Sánchez es experto en helicópteros que estuvo durante cuatro años en las fuerzas especiales y un hombre de confianza del presidente Esta decisión del presidente no sólo ha traído eco entre la sociedad civil que se pregunta ¿Por qué acabar con una tradición de civilidad si es justamente un mandatario de izquierda? Sino que también ha hecho ruido en las tropas, sobre todo en los generales más antiguos, que no entiende por qué Petro se saltó las jerarquías. Es muy difícil que oficiales con mayor tradición, que estaban en la lista de 29 generales opcionados para ser ministros, puedan hincarse ante alguien con tan poca experiencia. El respeto al escalafón es muy importante para los militares. Y Petro, amparado en su cúpula militar, también rompió esta tradición militar. Escogió a un general que estaba en el escalafón en el número 30. Es decir, Petro, con esta decisión, quedó mal con los dos bandos.

 

Antes de 1965, durante el gobierno del conservador Guillermo León Valencia, se llamaba ministerio de guerra. Durante todo el siglo XIX era un cargo que se consideraba un trampolín para ser presidente. Con Valencia el ministerio se llama de Defensa. El cambio de nombre sirve para significar que su objetivo principal función no sería el ataque sino la defensa del territorio ante el posible ataque de una potencia extranjera. Era difícil para un militar, vestido con sus atavíos, tuviera que ir al Congreso a recibir, por parte de civiles, una andanada de cuestionamientos. El general no podían dar opiniones políticas porque esto rompía la independencia y la liberación. El ministro tenía que contestar lo que tuviera que ver con el manejo de la tropa pero el resto tenía que responder el ministro del interior.

 

El último caso que muestra las complejidades de nombrar a un general como ministro de defensa, sucedió durante el gobierno de Belisario Betancourt. El conservador, que estaba decidido a llegar a acuerdos de paz con las guerrilas como el M-19 y las FARC, cometió un error, nombrar al general Fernando Landazabal como ministro de defensa. Desde su posesión en agosto de 1982 presentó una contradicción con su jefe inmediato: señaló que el principal responsable de la violencia en este país era el partido comunista. En 1984 Betancourt se reunió con miembros del M-19 para evaluar las condiciones de un diálogo de paz. Landazabal consideró esto un cachetazo y renunció inmediatamente al gobierno. En 1984 fue nombrado embajador en los Países Bajos.

 

Pero el nombre de Landazabal volvería a sonar en noviembre de 1985, cuando en un ataque demencial de un comando del M-19, liderado por Álvaro Fayad, se tomaron el Palacio de Justicia, generales cercanos al ex ministro de defensa, como Arias Cabrales, sacaron por unas horas del espectro de poder al presidente Betancourt y tomaron las riendas del caballo. El resultado fue la sangrienta recuperación del Palacio que terminó con 100 muertos -entre ellos 11 miembros de la Corte Suprema de Justicia- y una docena de desaparecidos.

 

Este precedente fue tenido en cuenta en la Constitución del 91 para dejar claro que los civiles deberían estar por encima de cualquier uniformado en el ministerio de la defensa. Por eso Pardo fue el escogido. Tener un ministro de defensa civil no es garantía necesariamente de respeto a los derechos humanos. Ministras como Martha Lucía Ramírez estuvo implicada en la sangrienta Operación Orión y ni hablar del bombardeo a civiles en el Putumayo por parte del ministro de defensa Molano durante el gobierno de Duque.

 

La decisión de Petro tiene que ver con el complejo panorama que presenta el país. A las crisis en Catatumbo y Chocó se suman los ataques en la madrugada del 20 de febrero al peaje de Villa del Rosario y la Parada. Diez explosiones sacudieron anoche a los cucuteños. Para expertos en el tema la decisión de Petro no necesariamente ha sido un paso en falso un retroceso, así lo marca León Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación dice lo siguiente desde su red social X: “La designación de Pedro Sánchez como ministro de la defensa tiene dos caras: por un lado es volver a poner a un militar en un cargo que desde hace 33 años le correspondía a civiles, lo cual parece un retroceso; pero, por otro lado, significa ascender al comandante de la noble operación de rescate y salvación de los niños indígenas perdidos en la selva, todo un símbolo que contrasta con los ascensos de militares por perpetrar falsos positivos en tiempos de Uribe”.

 

Sin embargo no deja de ser un golpe para las luchas de la sociedad civil y de la izquierda que un militar vuelva a ser ministro de la defensa. Esto quiere decir que los militares se sacuden del control civil. Es regresar a la anquilosada Constitución del 86. Para evitar una tormenta el general Sánchez asumirá el ministerio de defensa como militar retirado. Aterriza en medio de un terremoto: la posible salida de 35 generales y almirantes y, a la vez, la conmoción que produce dentro de la sociedad saber que la tradición de civilidad dentro del ministerio de defensa la acabó el primer presidente de izquierda elegido democráticamente.

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