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¿por qué el sombrero de pizarro y no el de uribe?

Por: Guillermo Linero Montes





Los símbolos son la expresión o la representación de hechos objetivos y materiales, por medio de los cuales las ideas y el pensamiento de los hechos sociales de valor histórico, pueden tornarse memorables mediante la alusión a un símbolo. Cuando vemos una hoz y un martillo entendemos que se trata de la unión obrero-campesina en tiempos de la revolución rusa (y en la plaza roja de Moscú, como máximo símbolo de ella, se conserva embalsamado el cadáver de su máximo gestor).


Así mismo, cuando vemos una cruz sabemos al instante que se trata de cristianismo (y la iglesia católica conserva un manto ensangrentado como símbolo de la muerte de Cristo, para que no se descrea de aquella realidad muy desdibujada). Y al observar el círculo, con tres líneas de los hippies, sabemos con prontitud que se trata de una invocación al amor y la paz hecho por una generación cansada de la barbarie y de sus históricas trasmisiones guerreristas. Del hipismo quedan en muchos museos atuendos y guitarras de algunos de sus protagonistas que simbolizan sus creencias en un mundo de convivencia paradisiaca.


En tal suerte, la pregunta que da título a esta nota, pareciera ser muy contundente como argumento de los uribistas y de los opositores del presidente Gustavo Petro, al cuestionar que se haya reconocido como patrimonio cultural de la nación el sombrero del excomandante Carlos Pizarro Leongómez, que fuera asesinado por fuerzas del estado, cuando tras firmar la paz con el gobierno de Virgilio Barco en 1990, decidió participar en la contienda electoral por la presidencia del periodo 92-96.


Desafortunadamente, porque cuando se trata de transigir en este país la extrema derecha siempre ha preferido jugarle más a la muerte que a los diálogos, Pizarro fue asesinado justo cuando las encuestas empezaban a inclinarse a su favor y cuando sus discursos, sus modos y maneras, le convertían en el más carismático entre sus contendores.


¿Por qué el sombrero de Pizarro y no el de Uribe? Esta sería una pregunta bastante válida, de no ser porque el sombrero de Uribe, por haber sido usado por este durante sus campañas políticas más agresivas, es ya un símbolo para sus seguidores y para los partidarios de la derecha que, siendo casi medio pueblo nuestro, podrían solicitar lícitamente que también le denominen símbolo nacional al sombrero de Uribe, aunque ello resulte muy difícil -y muy injusto también con el sombrero- pues, de someter el contexto de su ocurrencia a un serio examen de entendidos para evaluarlo, habría que erigirlo como símbolo nacional de nuestra incultura.


El sombrero de Pizarro, por su parte, se ha propuesto en calidad de símbolo de interés cultural, sobre la base de que para quien hoy gobierna y para la mayoría del pueblo colombiano que lo eligió, debe recordársele a los ciudadanos y ciudadanas del presente y del futuro, que un líder de ellos -del M-19-, que un mártir de ellos, reconsideró su plan de lucha y optó por la paz en favor de todos. Mientras que, con su sombrero Uribe sólo ha avivado discursos calientes y guerreristas, Pizarro con el suyo, cuando en su tiempo habló ante los medios de comunicación o ante las comunidades, lo hizo en términos de paz y de respeto por la vida.


Los símbolos no son caprichos, en tal suerte, quiéralo o no el presidente Gustavo Petro, o quiéranlo o no los petristas y los izquierdistas, el sombrero de Uribe también es un símbolo para una gran parte de nuestra población, que lo ha tenido, junto al gusto por el poncho y los caballos, como símbolo del traquetismo; es decir, como distintivo de una clase social muy real, por atroz o inculta que sea, y para la cual, en esa tarea de alcanzar el fin que todo ser humano merece -el confort y las holguras económicas- se justifican la corrupción, el irrespeto a las ideas de los otros y hasta el crimen.


Esa población, inmersa sin escrúpulos y maquiavélicamente en su tarea de alcanzar los fines deseados, ha adoptado una música -la carrilera y el reguetón- y unos modos y maneras -las del gomelismo y la exclusión- tanto como el uso de algunos arquetipos -como el poncho y el sombrero al estilo de Uribe- con los cuales experimentan la sensación de ser un poco semejantes al dios Uribe, como le llamó el bandido Enrique Pardo Hasche.


El sombrero del expresidente Álvaro Uribe y el sombrero del excomandante Carlos Pizarro, son dos símbolos del pueblo colombiano. Desde la orilla de los uribistas tal vez aborrezcan el sombrero de Pizarro y desde los seguidores del héroe del M-19 quizás hagan lo propio contra el sombrero del expresidente Uribe; pero la realidad es que cuando un gobierno ha ganado en elecciones pulcras, nadie puede dudar que está representando a la mayoría del pueblo; y cuando la mayoría del pueblo decide enarbolar como símbolo un objeto, una figura o una imagen en memoria de un suceso que lo vanagloria; entonces, hay que respetárselo; porque ese es el principio de la democracia y porque eso hace parte -quiéranlo o no los enemigos del gobierno del presidente Petro- de la autodeterminación de los pueblos. Por mi parte, en términos de las connotaciones peyorativas y en favor de la paz, prefiero ver a los colombianos y a las colombianas quitándose el sombrero de Uribe y ajustándose bien el de Carlos Pizarro.


Finalmente, y en justicia por quienes fabrican estos sombreros, debo decir que en el trasunto de este debate nada hay en contra de estos productos telúricos y magníficos que incluso no rivalizan entre sí, pues ambos atavíos de copa y ala son aguadeños, aunque uno provenga de Caldas y el otro del Huila.

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