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¿Por qué con 12 mil hombres en el territorio el ejército no puede recuperar el Catatumbo?

Por: Iván Gallo




Entre 1955 y 1975 la guerra del Vietnam dejó 2.5 millones de muertos, muchos de ellos civiles. Las masacres a poblaciones que supuestamente apoyaban al Vietcong terminaron por desprestigiar al ejército norteamericano. Además de ser una fuerza invasora, las tropas estadounidenses jamás se ganaron el apoyo popular. Cuando Lyndon Johnson involucró a norteamérica en el conflicto perder no era una opción. Tenían una aplastante superioridad tecnológica: tanques, portaviones, cazas, napalm. Mucho napalm. Se estima que se lanzaron 7.5 millones de toneladas de bombas. Pero la guerra se eternizó. Diez años duró la intervención norteamericana y el resultado histórico más notorio fue la caída de Nixon, en parte por el Watergate y en parte por las protestas que se derivaron de ese conflicto.

 

El único que parecía saber cuál era el final de la guerra era el líder Ho Chi Minh quien afirmó lo siguiente: "Pueden matar a diez de mis hombres por cada uno de los suyos que matemos nosotros. Pero, incluso así, ustedes perderán y nosotros ganaremos". Esto lo dijo una vez Estados Unidos entró en una guerra que para la mayoría de la población norteamericana no tenía sentido. Los negros fueron tomados como carne de cañón. Mohammad Ali, el boxeador más grande de todos los tiempos, le dijo No a la guerra. Por eso perdió su título mundial. La declaración por la que le dijo no a la guerra fue la siguiente: “Hemos estado en prisión por 400 años. No voy a viajar al otro lado del mundo para ayudar a asesinar y quemar a una nación pobre simplemente para continuar la dominación de los amos blancos sobre esclavos de piel oscura. El verdadero enemigo de mi gente está aquí”.

 

Y ganaron. Estados Unidos mordió el polvo de la derrota. Fue un golpe moral tremendo para los señores de la guerra y demostró al Tercer Mundo que no importaba el enemigo y su poder tecnológico, lo que importaba era conocer el territorio, ganarse la población y saberse esconder.

 

Las bajas del Vietnam comunistas fueron de un millón. Las norteamericanas fueron de 58 mil. Y aún así perdieron. La guerra no se explica a partir de la aritmética.

 

En el Catatumbo hay cerca de 12 mil soldados del ejército nacional custodiando un territorio que se han disputado diversos grupos armados en los últimos treinta años. Las FARC, los grupos paramilitares, el ELN, el EMC (Hoy día EMBF), con toda su brutalidad, han ocupado una población que, a pesar de su riqueza, ha padecido la ausencia del Estado. Desde el pasado 16 de enero el ELN arrancó una ofensiva contra el EMBF. La brutalidad de esa arremetida ha afectado a cerca de setenta mil personas. Los elenos apenas serán mil. El EMBF tendrá la mitad de ese número. Y aun así no pueden doblegarlos ni recuperar territorio. La táctica y el conocimiento del terreno y la población está de lado de esos grupos armados.

 

A pesar de que el Plan Colombia pudo repeler el ataque a capitales por parte de las FARC y los obligó a sentarse a su secretariado en una mesa de negociación, las Fuerzas Armadas nunca pudieron derrotar militarmente a las FARC. Manuel Marulanda Vélez murió de viejo en las selvas colombianas.

 

El ELN nunca ha tenido el poder militar que alguna vez ostentó las FARC, pero ha sabido interpretar mejor las necesidades de una población condenada al olvido. Por eso en estos momentos, a pesar de la presión de la derecha colombiana, la superioridad militar no es decisiva a la hora de recuperar un territorio con la complejidad geográfica del Catatumbo. El ELN está curtido en derrotas. Desde Anorí, en 1973, donde casi desaparecen, se acostumbraron a levantarse siempre de la lona.

 

El costo ambiental, económico y social que conlleva una ofensiva militar es demasiado elevado como para ser la única respuesta. A pesar de que este grupo ha minado su credibilidad política con sus acciones desmedidas, la negociación es la posibilidad más viable que queda para recuperar zonas como el Catatumbo.

 

Desde hace cincuenta años, cuando el último norteamericano salió de Saigón, quedó claro que, en la guerra de guerrillas, uno más uno nunca es dos.

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