Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos

En marzo del 2015 Fabio Rubiano estrenó en el Teatro Colón Labio de liebre. Durante cerca de dos horas los espectadores enloquecimos. Si una cámara hubiera grabado nuestros rostros nos hubiera visto reir y cinco segundos después estaríamos llorando. Es la historia de un paramilitar condenado al exilio en un país nórdico y de cómo debe convivir con sus pecados en soledad plena. Los fantasmas de una de las familias que masacró se le aparecen en su casa. Están enterradas sin nombre en algún lote en Colombia. Para que descansen tiene que nombrarlos, reconocerlos. La obra la escribió, la dirigió y la protagonizó Fabio Rubiano. Detrás de él todo su equipo del gran teatro Petra. La obra tuvo tanta relevancia que Juan Manuel Santos, entonces presidente de Colombia, la presentó en el Colón. Los que no querían la paz crucificaron a Fabio Rubiano. “Guerrillero” le decían los que no saben nada, los que odian todo, hasta el perdón.
Todo lo que ha podido ganar en la actuación -uno de los oficios más azarozos en Colombia- lo ha invertido en este lugar en Teusaquillo, un caserón republicano que se compone de un barcito, un lugar para comer y, por supuesto, un teatrino. Es una de las pocas salas de teatro familiares que aún resisten en Bogotá. Durante la pandemia casi desaparecen. Pero no sólo la pandemia les afectó sino la Economía Naranja, el programa del tecnócrata Iván Duque destinado a fortalecer el sector cultural, una intención que nadie supo entender bien, que no sirvió para nada. Durante la cuarentena tuve la oportunidad de conversar con él. Se lamentaba que, a diferencia de otros países, como Alemania e Inglaterra, que se destinaron recursos para mantener sus espacios teatrales, en Colombia el teatro estaba lejos de formar parte de la canasta básica.
Fabio Rubiano se hizo famoso en todo el país empezando los años noventa cuando protagonizó una comedia que se pasaba los lunes a las 7 de la noche, Vuelo secreto. Hacía televisión porque le gustaba actuar pero su verdadera pasión era la dramatugia. Nació en el barrio Restrepo de esas familias de varios hijos que se ayudan entre otros para sobrevivir. Desde muy joven conoció al amor de su vida y a su socia, Marcela Valencia, actriz incomprable, con quien se casó y vivió por años pero no tuvieron hijos. La razón que dio Rubiano fue la de que era muy jarto “tener que querer a alguien por obligación”. Su hijo es el teatro Petra. De él no sólo vive su familia sino que es el único sitio en donde tiene la libertad creativa para hacer lo que quiere.
Fabio Rubiano ha sido, por culpa de un artículo publicado en la revista Semana, crucificado por la gente que no puede ver al presidente Petro. Como todo empresario que se dedica al arte Rubiano suscribió un contrato, esta vez con la JEP, para “realizar acciones comunicativas que permitan, a través del lenguaje del arte dramático, generar la comprensión social y la aprobación de los desafíos misionales de la Jurisdicción Especial para la Paz”. Esto es pedagogía de paz, algo que deberían estar haciendo no sólo los grupos de teatro sino los medios de comunicación.
Durante el Estallido Social Rubiano fue una de las voces de los medios artísticos que más se hizo escuchar. Eso le están cobrando los odiadores profesionales. Sin embargo hay voces que seguimos apoyando a nuestro gran dramaturgo. El director de la fundación Paz y Reconciliación, León Valencia, lo respaldó desde su cuenta de X: “Mi solidaridad con Fabio Rubiano, gran dramaturgo, con más de 20 años de teatro, actor de cine, teatro y televisión, director y fundador del teatro Petra, formador de talentos, que se ha metido en las entrañas del conflicto armado de las víctimas, atacan su compromiso”.
La manera como han mostrado su contrato con la JEP es casi un crimen. Lo exponen y crucifican como si fuera un ladrón, un político corrupto. Es realmente escandaloso que esto haya sido una noticia. Es realmente escandaloso que el artista en Colombia debe estar condenado a no ganar plata. El contrato lo hizo Rubiano con la JEP para seguir contando el conflicto, para crear memoria. Los que quieren que olvidemos los crímenes de estado y los del paramilitarismo son los que están crucificando a Fabio Rubiano. Eso no lo podremos olvidar jamás.
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