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Santander y los Outsiders. Las trayectorias de Rodolfo Hernández y JP Hernández

Por: Laura Bonilla-Subdirectora de Pares e Iván Gallo - Editor de Contenidos de Pares


Foto tomada de: El Colombiano y Pulzo


Rodolfo Hernández se eligió en Bucaramanga con la promesa de sacar a los corruptos. La misma que esgrimió Jonathan Pulido Hernández, conocido como JP Hernández. El ingeniero, como le llaman en la ciudad y JP comparten una característica: ambos son outsiders de la política tradicional y herederos de una sociedad que, profundamente molesta con los bajos resultados de las élites políticas, optó por escoger – literalmente – a quién gritara más fuerte. El primero desde el pedestal del empresariado y el segundo desde las redes sociales, cada vez más influyentes en la arena política.


“Cínico, mentiroso” los gritos de Jota Pe Hernández contra el ministro de defensa Iván Velásquez retumbaron en el capitolio hace pocos días, el 13 de marzo. La virulencia de los gritos se parecía mucho a cuando en el 2018 Rodolfo Hernández le gritó “No mienta, HP” al concejal John Jairo Claro mientras le asestaba una cachetada. No es difícil encontrar cierto parecido.


JP, el congresista santandereano, había citado a Velásquez para una moción de censura debido a la ola de violencia que azota al país, reflejada en el elevado número de líderes sociales asesinados, a pesar de los intentos de diálogo con tres de los grupos armados más poderosos: el ELN, el EMC y la Segunda Marquetalia. Ante los exaltados gritos del senador Hernández, la senadora María José Pizarro intervino: "Espere un momento, cálmese un poco, cuando deje de enfurecerse, cuando quede evidenciado, cuando deje de reaccionar como un perro rabioso cuando lo dejan en evidencia (...). No nos permite hablar. Es imposible expresarse así". Fiel a su instinto de influencer, Hernández aprovechó el altercado en redes sociales para volver a mostrarse, una vez más, como un acérrimo opositor del gobierno, sin considerar que también el país lo vio en un acto de profunda violencia misógina y machista.


A Rodolfo Hernández se le acusaba también con frecuencia de machismo. El respondía como lo hacen muchos políticos: que también había contratado a mujeres en altos cargos durante su administración. La verdad es que contratar mujeres como subalternas y frecuentemente tratarlas a los gritos es un comportamiento bastante machista, así como lo fue la postura y el trato del senador JP a Maria José Pizarro. Las trayectorias en eso también se parecen.  


De youtuber que apoyó el estallido a senador antipetrista. La trayectoria de JP

Los bandazos de Jota Pe en política han sido tan marcados como los que ha sufrido su vida. En octubre del 2022, en una entrevista a Vicky Dávila en la Revista Semana, contó sus orígenes en el rancho de madera, paredes de bolsa negra de plástico y techo de zinc donde creció un barrio de invasión en Bucaramanga. Su papá, Juvenal Pulido, quien realizaba turnos nocturnos en un taxi, llegó sobre la madrugada y vio como el rancho se estaba incendiando. En ese accidente Jota Pe perdió a su hermana menor.


A los Hernández les tocó ganarse la vida como vendedores ambulantes. En ese momento nadie le decía Jota Pe, sólo se le conocía por su nombre, Jonathan Ferney Pulido. Vendía empanadas en billares, zapatos puerta a puerta, bolsos en el centro de Bucaramanga, dulces en las tiendas. Su voz siempre fue potente, la de su papá también, por eso, cuando se repusieron de la debacle, con lo que habían ahorrado alquilaron un garaje en el municipio de Girón y abrieron una iglesia cristiana a la que le pusieron Unción Divina. El propio Jonathan Ferney era quien animaba la ceremonia con sus cánticos. Y cantaba bien. Cantaba tan bien que a sus 15 años ya tenía dos discos grabados. Según la Silla Vacía Jota Pe tuvo éxito como cantante, realizó varias giras por el país y tres de sus temas ocuparon el primer lugar de las listas de las canciones cristianas más populares del país.


Se graduó del colegio cristiano de Emaús, pero no soñaba con ser pastor como Dante Gebel o cantante como Marcos Witt. Este cristiano quería ser presentador de noticias. Decidió estudiar Comunicación Social. Se matriculó en la Universidad Pontificia Bolivariana en la sede que queda en Piedecuesta, pero le tocaba hasta llevar bultos de cemento para costearse la carrera. Así que decide hacerlo por su parte.  


En el año 2010 abre su canal de YouTube. Esta plataforma apenas tenía cuatro años de haber sido creada. Los YouTubers no eran comunes. Fue desde el principio un opinador político. Su primer hit fue durante la campaña presidencial de ese año. En un video comparó a Juan Manuel Santos y a Germán Vargas Lleras y opinó que eran lo mismo: tuvo 7 millones de visitas. Pero debió esperar cinco años para recibir su primer pago en la plataforma. Poco a poco fue ganando fanaticada. Aunque intentó borrar los videos que hizo entre 2016 y 2018, queda claro que por esos años era un furioso uribista, le hizo campaña al No al Plebiscito y, según una investigación de La Silla Vacía, llamaba a Petro “asesino torturador” recordando su pasado guerrillero.


En el estallido social descubrió que podría crecer en seguidores criticando a Duque. Así que cambió de nuevo su postura y se hizo popular con una autocrítica titulada “Uribista arrepentido”. A la política llegó después de tener millón y medio de seguidores en YouTube. Lo convenció Giovanny Leal, diputado del Partido Verde de Santander.  Por intermedio de él conoció a su padrino político, el actual director de la dirección nacional de inteligencia, Carlos Ramón Gonzalez, fundador y ex copresidente del Partido Verde. Ahora González, también santandereano, no reconoce que fue él quién avaló y promovió al hoy opositor.


Su discurso anticorrupción, sus actuaciones como pararse en el pasillo de un avión para gritar contra los corruptos o imprimir billetes falsos de cincuenta mil para hacer una metáfora sobre la compra de votos, le dieron popularidad. Sus discursos, de altos decibeles, recordaba inevitablemente al ingeniero Rodolfo Hernández. La gente no lo conocía, mucho más allá de sus seguidores su nombre no sabía a nada. Pero asombró su votación en las elecciones del 2022. Salió elegido al senado con una votación de 189.291 votos, ubicándose en el tercer puesto del senador más votado luego de Miguel Turbay y Maria Fernanda Cabal.


JP llegó bajo las toldas de la Alianza Verde, donde varios militantes hoy piden su expulsión. La verdad es que no tiene nada en común con el ideario del partido y cada vez sus encontronazos con otros miembros de su bancada, como Inti Asprilla, abren más la grieta. Su oficina en el Congreso es una especie de estudio de televisión y todas sus intervenciones tienen más de creación de contenido que de control político. Lo único cierto es que le está funcionando la estrategia: sus seguidores no paran de crecer y para un influencer no hay nada más importante.

Ni ética, ni lógica, ni estética. La trayectoria de Rodolfo Hernández.


También Rodolfo Hernández tuvo una vida accidentada. Nació en Piedecuesta, Santander, parte del área metropolitana de Bucaramanga. Fue estudiante de la educación pública desde la primaria hasta el título de Ingeniero Civil de la Universidad Nacional. Las FARC secuestraron a su padre por 135 días. Tuvo dos hijos biológicos y dos adoptados. Su hija Juliana murió durante un secuestro en el año 2004. Después de trabajar en proyectos de vivienda local fundó la que sería la constructora más importante del nororiente colombiano: Constructora HG, con la que se convirtió en uno de los hombres más ricos de la región.


Rodolfo Hernández se eligió alcalde en uno de esos momentos de la historia donde todo confluye a su favor. Su hermano, Germán Hernández, más interesado en la filosofía que la ingeniería, le ayudó a crear el nombre y el carácter de su primer movimiento político, con el propósito de que fuera una alternativa a los partidos liberales y conservadores, pero también alejado de los clanes políticos como el clan Aguilar, que habían ascendido gracias a los vínculos con el paramilitarismo.  Las elecciones del 2014 lo tenían todo. Una crisis interna de los partidos tradicionales, una desazón por los años de persecución oculta al movimiento social, al estudiantil y hasta a los funcionarios públicos y una idea arraigada de que la última triada de alcaldes liberales estaban abusando de la corrupción.


Así, el voto del 2014 fue un voto castigo. Y Rodolfo Hernández fue el castigador elegido por el movimiento Ética, Lógica y Estética, inspirado en el imperativo moral kantiano, favorito de su hermano Germán, que soñaba con una política distinta y centrada en la gente. Rodolfo prometió 20 mil casas que no se construyeron. Dijo al ser posesionado que no le debía nada al concejo y que no esperaran nada de él. Pero poco después de llegar a la alcaldía terminó rodeándose de algunos políticos tradicionales como el Representante a la Cámara Edgar, El Pote Gómez. No existe nada tan adaptativo en Colombia como la clase política y en Bucaramanga no fue la excepción.


Claramente, junto con la clase política vienen los contratistas y también los intermediarios. El caso que hoy tiene a Rodolfo Hernández condenado es más de lo mismo. Intermediación indebida de su hijo, Luis Carlos Hernández para que un contrato de consultoría, el 096 de 2016, por un valor de 336 millones de pesos, se le entregara a la Unión Temporal Vitalogic. La razón por la cual este contrato era relevante no era por el contrato en sí, sino por que esta unión temporal estaría a cargo de evaluar técnicamente las propuestas de innovación tecnológica para producir energía a partir de residuos sólidos. Así, esta pequeña consultoría podría influir en un contrato mucho mayor y de largo plazo para solventar un problema de basuras gigante como el que aún hoy tiene Bucaramanga en su relleno sanitario, El Carrasco.

Además de este contrato, que salió a los medios cuando Rodolfo Hernández apareció con una altísima votación en las elecciones del 2022, el alcalde se caracterizó por ser permanentemente polémico. Su hermano Germán renunció a continuar apoyándolo cuando Hernández se dedicó a gritar a sus propios colaboradores y a comportarse como un jefe tirano y autoritario. Pero al mismo tiempo, fue con Rodolfo Hernández que la bandera arcoíris de la diversidad ondeó por primera vez en la Bucaramanga conservadora donde el más liberal va a misa. Algunos dicen que fue por hacer enojar a los concejales evangélicos, cosa que logró, y otros aseguran que eso, y el apoyo al movimiento ambientalista contra la intervención de Santurbán lo hacían un hombre progresista.


Al final de su mandato, su popularidad era tal que logró dejar a su sucesor y pasó de ser un político independiente a un operador político tradicional. Puso líderes, concejales y alcalde y a través de eso se catapultó como candidato a la gobernación y posteriormente como candidato presidencial. Conservó su carácter confrontativo que tanta popularidad le había granjeado, insultó y gritó. Cayó en lo que muchos líderes políticos confunden con anticorrupción, mientras cometían actos de corrupción. Orientar contratos a un solo proponente, aceptar intermediaciones políticas, construir una clientela con recursos públicos. Cosas que están sumamente normalizadas en la sociedad colombiana y que han condenado al país a la inamovilidad. 


En la campaña presidencial su carácter le granjeó la gran popularidad que lo hizo casi ganarle a Gustavo Petro. Pero no implicó solamente eso. Terminó graduado de ultraderecha, gracias a un carácter impositivo y autoritario que en Santander es visto como signo de buen liderazgo. Para segunda vuelta intentó obtener el apoyo del centro político, pero éste no vio con buenos ojos estar con un candidato ya involucrado en un caso de corrupción, pero además con comportamientos muy juzgables por votantes cada vez más exigentes. Después de las elecciones, el viejo Hernández decidió que no iba a hacer oposición. Nunca le interesó y así lo hizo saber. “No voy a oponerme a cosas con las que estoy de acuerdo”. Se retiró de la política y dejó en su representación – por supuesto peleando con ella – a Marelen Castillo, claramente conservadora y de vocación política de derecha.


Rodolfo Hernández tiene cáncer terminal. Así lo han visto, cansado, en aeropuertos. No está activo en la política santandereana y quiénes lo conocen dicen que la rabia lo habita más que nunca. La política en Santander volvió a su curso habitual. El sector más retardatario y conservador de la sociedad ganó la gobernación con la promesa de mano dura contra la delincuencia que ha crecido en grandes proporciones. En Bucaramanga el alcalde electo Jaime Beltrán es un pastor evangélico que llegó al igual que JP y Rodolfo Hernández bajo la promesa de ser un independiente anticorrupción y con mano dura. Quiere ser el Bukele colombiano, al igual que JP que también milita en el movimiento antiderechos y representa el lado más conservador, machista y autoritario de la ciudad. 


Trayectorias similares y futuros distintos


Bucaramanga es hoy una ciudad muy distinta a lo que fue. Del norte y sus dinámicas violentas no se habla. En el sur la clase media vive con cierta comodidad. Hay una explosión de centros comerciales, negocios y locales que no se veía hace mucho tiempo. No tiene sistema de transporte público. Los pasados alcaldes lo dejaron morir y hoy hay zonas donde es literalmente un cementerio de recursos públicos. Hay más mototaxismo del que le gustaría al santandereano de a pie, y muchísimo dinero circulando. El Bumangués, después de Rodolfo Hernández sigue buscando un liderazgo carismático que resuelva todos sus males, ojalá que se muestre fuerte y con mano dura, poco afecto a los cambios culturales y se enfoque en el desempleo y el combate a la delincuencia.


En el departamento de Santander la política no se entiende desde las matrices ideológicas con las que se lee en Bogotá. Rodolfo Hernández, Jonathan Pulido, Juvenal Díaz y Jaime Beltrán tienen en común haber llegado por fuera de los partidos tradicionales, su carácter y personalidad autoritaria, sus formas machistas y desproporcionadas y su ausencia de mesura. Los tres últimos, a diferencia del viejo Hernández optaron por un proyecto político anti derechos y de mano dura, antifeminista y profundamente patriarcal que probablemente les granjee vítores y apoyos locales. Lo que es casi seguro es que la bandera arcoíris no ondeará en la alcaldía de Bucaramanga este año, pero también es muy claro que la corrupción va a continuar. Con otros intermediarios.

 

 

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