Por: Oficina Pares Pacífico
Buenaventura es tierra de campeones. Marino Klinger es una muestra de ello. En 1962 Colombia jugó su primer mundial. El debut fue una pérdida contra Uruguay 2-1, pero después vendría el desquite. La selección, de la mano de Klinger pudo remontar un 4-0 en contra y empatar a la entonces poderosa Unión Soviética. El mundo supo de este muchacho que jugó sus primeros partidos en el colegio Pascua de Andagoya de Buenaventura, de donde fue bachiller y allí lo descubrieron para formar parte del equipo Oro del puerto. Después pasó a la histórica selección del Valle dirigido por el húngaro Jorge Orth. Sus gambetas iluminaron el fútbol profesional colombiano hasta su retiro en 1967. Klinger murió de manera trágica mientras conducía su Renault 4 en 1975, tenía 38 años. Pero en Buenaventura su legado sigue vivo.
Los bonaverenses querían hacerle un homenaje a uno de sus más ilustres personajes poniéndole su nombre al máximo escenario deportivo de la ciudad: el estadio Marino Klinger que lleva décadas abierto al talento local pero el tiempo ha pasado y necesita urgentemente una remodelación. Lo peor es que ya se recibió un anticipo de 11 mil millones de pesos pero el contratista apenas ha entregado un 34% de las obras. Las obras tenían que durar 18 meses. Con la realización del paro del 2017 uno de los acuerdos que se concertó fue el de la remodelación del estadio. Nunca se cumplió. Este año se renovaron las promesas. El 1 de abril del 2024 Gustavo Petro y Francia Márquez llegaron a Buenaventura y se comprometieron a meterle al lugar 41 mil millones de pesos, un presupuesto que serviría para cubrir graderías, camerinos, campo de juego. Fue un evento que tuvo la pompa debida. Todas las figuras políticas locales posaron para la foto.
Con la visita presidencial la comunidad se ilusionó. Había obreros, se podía soñar con que se completara el estadio. Se alcanzó a tumbar la antigua infraestructura para empezar a hacerlo de cero. Pero súbitamente las obras se detuvieron. Lo que se dice es que grupos al margen de la ley amenazaron con sabotear las obras. Ya sólo quedan las ruinas.
La comunidad ve con estupor como en el estadio ya ni siquiera hay pasto en la cancha, sólo un lodazal lleno de piedras en donde solo unos valientes se atreven a jugar al fútbol. Antes, al menos, había pasto, graderías, pero con la promesa de la reconstrucción de Petro las condiciones empeoraron. Incluso ya se está convirtiendo en un problema para la comunidad.
Nosotros desde la fundación Paz y Reconciliación, oficina Pacífico, hicimos el acompañamiento de la veeduría de la reconstrucción del Marino Klinger y por solicitud de los líderes comunales fuimos incluidos en la mesa con el consorcio Marino Klinger, quienes eran los encargados de llevar a buen puerto las obras. Es obligación nuestra asegurar que la remodelación del estadio no se convierta en un foco de corrupción. El contratista debe cumplir con las promesas hechas. La veeduría ha presentado el último derecho de petición y ha solicitado información clara sobre los recursos no ejecutados al 23 de julio del 2024. La respuesta del consorcio ha sido el silencio. A este proyecto no se le asignó ni siquiera un gerente. Así es difícil que se cumplan los plazos.
A medida que pasan los días la desesperanza, ese sentimiento tan nuestro, empieza a sofocarnos de nuevo. La no remodelación del Marino Klinger afectaría aproximadamente a 250 mil personas que ven en ese espacio una oportunidad para juntarse y recrearse en familia. ¿Buenaventura y la institucionalidad cumplirán la promesa de homenajear a un ídolo y gloria del deporte nacional? ¿Volveremos a ver de nuevo al Marino Klinger en pie?
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