Por: Redacción Pares
En septiembre del 2003 el gobierno de Alvaro Uribe Vélez recibió una jugosa recompensa por parte de los Estados Unidos. El entonces presidente George Bush le solicitó al Congreso una adición prespuestal de 100 millones de dólares a la ayuda que le daba a Colombia para combatir el narcotráfico. Con esa adición el monto de la ayuda a Colombia se elevaba a los 600 millones de dólares para ese año. Era la manera en la que Bush le decía gracias a Uribe por haber sido uno de los cuatro países de Latinoamérica en apoyar la invasión de los marines a Irak. Los otros países fueron Chile, Brasil y México.
Después de los atentados del 11 de septiembre del 2001 el gobierno Bush quería venganza. No sólo ínvadió Afganistan, con la excusa de acabar con el régimen Talibán que apoyaba a Osama Bin Ladem, cerebro de los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono, sino que quería apoderarse de Irak. El argumento fue que el régimen de Sadam Hussein usaba armas atómicas, algo que nunca pudo comprobarse. El rechazo en el Continente, como en la mayoría de países del mundo, fue total. Pero Uribe, quien dos décadas después expresó su deseo de que una invasión internacional sacara a Maduro del poder, estaba de acuerdo. La decisión le trajo críticas internas y externas. Cobijado en una popularidad que superaba el 70%, se encogió de hombros.
La invasión a Irak no sólo fue un error sino un acto criminal por parte de los Estados Unidos en los casi ocho años en los que su ejército ocupó ese suelo. En el 2005 el propio presidente George Bush en un discurso reconoció que, hasta ese momento, habían muerto cerca de 30 mil civiles irakíes. Sin embargo, en un reportaje de la BBC, que tuvo en cuenta los reportes de hospitales en ese país, se afirma que la cifra de civiles asesinados pudo haber llegado al millón. Sin embargo esta cifra pudo haber sido muy alta ya que en lugares como en el oeste de ese país, la gente no podía llevar a sus muertos a los hospitales y los enterraban donde podían.
Otro de los países que apoyó esta invasión, el Reino Unido, liderado por Tony Blair afirmó en su momento que la cifra de muertos ascendía a 102.000, un número por el que fue blanco de críticas ya que era mucho más bajo del real. Siempre ha existido una discrepancia con las cifras. Para la Organización Mundial de la Salud fueron 400 mil los civiles que perecieron en ocho años de guerra. Para la prestigiosa revista The Lancet, los muertos ascendieron a 600 mil. En una entrevista a David Letterman el entonces senador John McCain afirmó que los civiles muertos podrían ser “cientos de miles”.
En Colombia el apoyo a la decisión de Uribe, a pesar de lo que dictaba la razón, fue total, sobre todo el que le brindaban los grandes medios de comunicación. La revista Semana, por ejemplo, publicó un artículo en donde decía lo siguiente: “aquí -al momento de escribir esta columna- con excepción de las protestas de unos estudiantes en Ibagué, y de unos sindicalistas en Bogotá, los colombianos hemos asumido la controvertida decisión del presidente Alvaro Uribe de apoyar abiertamente a Estados Unidos en la invasión a Irak como algo inevitable”. La excusa era que Hussein no podía seguir “mamándole gallo al planeta”. Hasta la fecha Uribe no ha reconocido que esa invasión no sólo fue un error sino que la historia la podría calificar como un delito. Lejos del arrepentimiento el pasado fin de semana desde Cúcuta afirmó que lo que se necesitaba en Venezuela era una intervención militar internacional. Lo peor es que todavía hay personas -y medios- que están de acuerdo con él.
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