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Trump y Musk han traído al mundo una fealdad desconocida

Por: Catalina Valencia




No es una exageración, basta con recordar la historia. Cuando Hitler llegó al poder en 1933, organizó purgas artísticas que calificaron al cubismo y al surrealismo —los movimientos más potentes de comienzos del siglo XX— como “arte degenerado”. Obras fueron retiradas de las galerías, los museos intervenidos. Algunas piezas se quemaron, otras fueron robadas por coleccionistas inescrupulosos e insaciables, como Hermann Goering. Se organizaron quemas de libros: Kafka, Freud y Proust eran considerados aberraciones. Desde la Inquisición, no se había visto un ataque tan devastador contra el arte como el del nazismo. Hoy, con angustia, vemos cómo algunas actitudes de Donald Trump parecen calcadas de ese sombrío episodio histórico.


El 8 de febrero de 2025, Trump despidió a los miembros del consejo de administración del Kennedy Center para las Artes Escénicas y se nombró a sí mismo presidente. Desde entonces, él mismo se encarga de definir la programación de uno de los centros culturales más respetados de Estados Unidos. Una de sus primeras decisiones fue cancelar los eventos con artistas drag. Al igual que Hitler prometió una era de arte nacionalsocialista exaltando cuerpos perfectos y cabelleras rubias, Trump anunció el cierre de puertas a las expresiones artísticas estadounidenses contemporáneas para dar paso a una supuesta “edad de oro del arte y la cultura”.

 

La única muestra de sofisticación que ha dado Trump fue decir que su película favorita era Ciudadano Kane. Fuera de eso, ha librado una batalla abierta contra el buen gusto y el criterio. El “caballero anaranjado” es sinónimo de inodoros dorados y cascadas de cristal. En sus dos ceremonias de investidura, tuvo dificultades para encontrar artistas dispuestos a cantar el himno nacional. En Hollywood, su figura provoca un rechazo casi unánime.

 

Esta semana leí una entrevista en Deutsche Welle al pianista húngaro András Schiff, que resume el estado de perplejidad en el que vivimos desde el pasado 20 de enero. “Trump, el vicepresidente Vance y el terrible Elon Musk han traído al mundo una fealdad que antes era desconocida”, dijo Schiff, refiriéndose en particular a la toma del Kennedy Center.Y no se ha detenido ahí. Trump ordenó el cierre de la oficina de Diversidad, Equidad e Inclusión de la Galería Nacional de Washington. Eliminó USAID, lo que provocó la cancelación de la ópera As One. También desmanteló el Comité Presidencial para las Artes y las Humanidades a comienzos de febrero.


El problema con Trump y con Musk es que son exactamente lo que aparentan. Para ellos, el arte no es más que un trámite burocrático que debe ser eliminado con la motosierra que les regaló Milei.

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