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Trump y su peligroso desprecio hacia el medio ambiente

Por: Redacción Pares




Durante la campaña a la presidencia del 2016 Donald Trump publicó en sus redes una nota de él en Ohio, en pleno invierno. Se veía con gorro de lana, guantes de piel, bufanda y completamente aterido de frío. En la foto aparece este comentario hecho por él mismo “Me muero de frío, necesitamos más calentamiento global”. Con ese cinismo el presidente norteamericano ha manejado el primer trimestre de su segundo mandato. Sin cortapisas tomó una medida que podría terminar siendo devastadora para el mundo: el 20 de enero, recién se posesionó en la Casa Blanca, empezó con su tarea de desmantelar la política ambiental, climática y energética que caracterizó a la era Biden. Su interés por sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París no tiene reversa, así como el de no dar el paso que necesita la humanidad hacia la Transición Energética: sigue siendo una obsesión suya seguir taladrando a la tierra buscando combustibles.

 

El pasado 7 de abril Donald Trump firmó órdenes para expandir la minería y el uso del carbón en los Estados Unidos. El interés que tiene el presidente de los Estados Unidos y el hombre más poderoso del mundo, Ellon Musk, en transformar la historia al dejaron en manos de una super inteligencia artificial que suprimirá los principales empleos manejados por el hombre y se las dejará en la eficiencia y perfección de una máquina que manejará los hilos de la cotidianidad. Pero, para eso, necesita de la energía. Lejos de esperar la evolución de páneles solares o energía eólica, Trump está buscando que sus seguidores salgan a la calle a ejercer presión y tumbar algunas leyes que impiden que la expansión de la explotación minera del carbón se intensifique. Con una frase “Vamos a devolverle el trabajo a los mineros” El presidente norteamericano está envalentonando a un sector de la población a dejar de lado cualquier tipo de responsabilidad con el clima y pensar en lo práctico, el funcionamiento de empresas que permitan revivir puestos de trabajo.

 

En Colombia hace unas semanas constatamos que será inevitable el cierre de la que fue en su momento la mina a cielo abierto más grande del mundo, El Cerrejón. Esto ocurrió más por las políticas mundiales que por un agotamiento del combustible fósil o alguna posición de nuestro gobierno.

 

Lo cierto es que a Trump no le preocupa las consecuencias climáticas que pueda traer el carbón sino que, con este, se fabrica acero y es justamente acero lo que está necesitando la súper inteligencia artificial que está creando este gobierno y a la que le han invertido ya 500 mil millones de dólares. Parte de la necesidad del gobierno norteamericano en cerrarle la ayuda a otros países desde agencias como USAID era precisamente ese, recortar para invertir en este tipo de proyectos.

 

La energía nuclear y el gas natural hace rato sustituyeron al carbón como principal fuente de energía. Revivirlo será difícil, ya hay unas leyes claramente establecidas. Pero Trump cree tener el suficiente fervor popular para lograrlo, ejercer presión y seguir con su particular desmantelamiento de lo que era hasta ahora el Estado nortamericano. Por ahora le quitó a las plantas de carbón la obligación de no contaminar con mercurio u otros contaminantes.

 

Se ha probado en más de una ocasión que a Donald Trump lo que pueda sucederle al medio ambiente le tiene sin cuidado. El sólo necesita resultados económicos y al gringo promedio también. Ese era su plan de gobierno, por eso lo eligieron. Proteger el ambiente cayó en un discurso que define, según Trump y Musk, al pensamiento Wok. El mundo, tal y como lo conocimos, poco a poco está muriendo.

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