Foto: Andrea Aldana
Por: Mateo Quintero, practicante de Comunicaciones – Pares
Cristian* tiene 24 años y vive en una de las veredas que colindan con el río Mira. Desde que es niño ha estado vinculado a las distintas etapas de fabricación de cocaína. Según él, toda persona que haya nacido en Tumaco en los últimos treinta años ha estado voluntaria o involuntariamente ligada a la economía ilegal. En su vereda, la producción de coca ha estado siempre presente en la vida cotidiana del pueblo.
Recuerda que fue en el colegio donde recibió mayor influencia para involucrarse con la producción de coca. Pese a que su edad y la de sus compañeros estaba entre los 12 y 14 años, ya estaban acostumbrados a manejar gruesas sumas de dinero y a usar armas. Además, conocían a la perfección cada paso del cultivo y frecuentaban bares y billares donde, además de comerciar cocaína, también se consumía.
Pero todo esto tiene una razón de fondo. Hoy en día, el principal puerto de exportación de cocaína en Colombia es Tumaco. Desde allí, según datos de la Dijin, salen unas 315 toneladas de coca al año. Además, Tumaco registra uno de los índices de pobreza más altos de toda la región.
Cristian fue creciendo entre ese ambiente, lo que ocasionó que abandonara los estudios y se dedicara de lleno a la producción de coca, tanto en el sembrío, como en el raspe y las actividades de intermediario. Según él, el narcotráfico de la zona siempre estuvo controlado por las FARC, quienes cobraban el “gramaje”.
En la vereda siempre existieron “reglas de juego”. Había formas específicas de comportarse y de convivir. Sin embargo, Cristian cuenta que todas estas costumbres han cambiado con los años. Cuando era niño, eran los adultos mayores los que tenían el control de los cultivos y quienes ejercían la autoridad máxima. Pese a esto, con el pasar de los años, han sido influencias externas que han adquirido un protagonismo cada vez mayor. Estas influencias han generado mella en los jóvenes que ahora piensan que el narcotráfico puede brindarles prestigio y estatus.
Sin embargo, el auge del narcotráfico en Tumaco ha traído consigo una ola de asesinatos y violencia en la región. Según la Personería Municipal de Tumaco, en el año 2016 hubo 137 asesinatos, en el 2017, 190; y en lo que va corrido de este año ha habido 42.
Cristian dice que, al no existir mayores posibilidades de empleo, es inevitable que el narcotráfico sea aceptado sin ser juzgado, pues se presenta como una oportunidad económica. Esta situación diluye las ideas que se tienen allí sobre lo legítimo y lo ilegítimo. Además de esto, Cristian recalcó que, en Tumaco, al ser joven, se está casi que “condenado” para participar en las actividades vinculadas con el narcotráfico. La rentabilidad del negocio, la adrenalina que produce y la aceptación social hacen parte de las razones por las cuales los jóvenes se involucran en esta actividad.
El panorama respecto al narcotráfico es agridulce en Tumaco. Por un lado, hay grandes estructuras que cautivan a los jóvenes para que ingresen al negocio. Por otro, debido a la falta de oportunidades laborales y económicas, parece una opción viable para algunos pobladores de la región. Sin embargo, este negocio trae de la mano olas de violencia y homicidios que impiden que la región progrese socialmente y desarrolle proyectos para sus habitantes.
*Nombre cambiado por protección de la fuente
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