Por: León Valencia, para @infobae
En la última semana de septiembre me fui a La Habana a hablar con la delegación del ELN que estaba empacando maletas para regresar por Venezuela hacia Colombia. Quería mirar a los ojos y escuchar a Pablo Beltrán y a sus compañeros de delegación sobre las expectativas que tenían en la negociación con el gobierno de Gustavo Petro. En octubre de 2012 había hecho algo parecido. Me había ido a Oslo, donde las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos anunciaban el inicio de las negociaciones de paz.
De Oslo me vine con la convicción de que Santos y las FARC firmarían un acuerdo de paz. Una conclusión que chocaba contra el escepticismo de muchos sectores del país. De La Habana he venido con una creencia similar: la guerrilla del ELN, al final de una negociación, no sin altibajos, firmará un acuerdo de paz con Gustavo Petro.
Las convicciones son siempre una mezcla de ideas e intuiciones, de cálculos y corazonadas. El ambiente de La Habana no era el mejor para las corazonadas. El día 26 de septiembre, cuando me encontré con Pablo Beltrán, la radio y la televisión cubanas informaban minuto a minuto sobre la marcha inexorable del huracán Ian sobre la isla. En Pinar del Río ya estaba en una minuciosa labor de destrucción y en La Habana se sentían sus coletazos en ráfagas de agua y vientos que estremecían los árboles y los edificios.
Aun así, la charla fue optimista. A lo largo del día, en el Hotel Nacional, mientras mirábamos de cuando en cuando la opacidad creciente del cielo habanero, hablamos de la novedad que representaba negociar con un gobierno de izquierdas después de haber intentado la paz con seis gobiernos de derechas. “Esto es algo que debemos estudiar con mucho cuidado en los próximos días cuando nos reunamos en Colombia con los demás compañeros del Coce y de la Dirección Nacional”, dijo Pablo Beltrán.
La primera novedad es que estas negociaciones no arrancan de cero. El punto de partida es lo acordado con el gobierno de Juan Manuel Santos en más de dos años de conversaciones, es decir, una agenda de seis puntos y las líneas fundamentales de un cese bilateral al fuego y a las hostilidades.
La segunda distinción es que desde el principio se pondrá en marcha una activa y decisoria participación de la sociedad civil en el proceso de paz con asiento en las regiones y en las comunidades que viven el conflicto. Algo inédito y muy ambicioso que requerirá un enorme esfuerzo del Gobierno Nacional y de los gobiernos locales.
El tercer reto es llevar a la práctica paso a paso los acuerdos que se van firmando entre las partes en la mesa de negociaciones. Algo muy diferente al “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, que fue el principio tutelar de los acuerdos entre Santos y las FARC.
El silencio de las armas en el tiempo de la negociación marca otra diferencia con procesos anteriores que se orientaron por la máxima de “negociar en medio del conflicto” o como se dijo en tiempos de Santos: “negociar como si no hubiese conflicto y hacer la guerra como si no hubiese negociación”. Precisamente, una de las cosas que impidió culminar el diseño y el inicio del cese de hostilidades con Santos fue la resistencia de sectores de las Fuerzas Militares, dijo Pablo Beltrán.
Insisten también en que el ELN no busca un protagonismo electoral como resultado de la negociación, sino unos cambios en el país y en las regiones. No verán al ELN, dice, pidiendo una representación de la guerrilla en las instancias parlamentarias.
Dijo también Pablo Beltrán que las conversaciones de Gustavo Petro con Estados Unidos para buscar una mayor autonomía en las extradiciones y unos cambios en la política antidrogas, y con Álvaro Uribe Vélez para crear un ambiente de reconciliación y un respeto a los acuerdos de paz con el ELN, son piezas clave en el proceso que van a iniciar.
También ahora muchos sectores son escépticos y pesimistas. No creen que Gustavo Petro pueda sellar un acuerdo de paz con el ELN. Es cierto que culminar un proceso de paz con auténtica participación ciudadana, con cambios en las condiciones de las comunidades y las regiones, con aplicación gradual de los acuerdos, con un silencio anticipado de los fusiles y una anuencia de Estados Unidos y de las fuerzas de la derecha encabezadas por Álvaro Uribe, es un sueño difícil de cumplir.
Pero las palabras que están utilizando el gobierno de Petro y el ELN son muy parecidas. Este lenguaje común crea la ilusión de que se vencerán todos los obstáculos en la marcha hacia la paz.
Los lectores pueden echarle una mirada al discurso de Iván Márquez en Oslo y la respuesta de Humberto de la Calle a las palabras del líder guerrillero en la ceremonia de instalación de esas conversaciones que duraron seis años. Las diferencias eran notorias y enormes, y aun así terminaron en un acuerdo. De ahí mi optimismo con el proceso que se inicia.
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