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Universitarios más creativos, críticos y reflexivos

Foto del escritor: Germán ValenciaGermán Valencia

Por: Germán Valencia

Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia




En la primera semana de marzo de 2025, la periodista María Jimena Duzán, en su podcast A fondo, puso el tema de la actualidad de la universidad. Planteó que estos centros de pensamiento se encuentran, en las últimas décadas, en mucho movimiento y transformación; y que las universidades en el mundo ya perdieron “el monopolio del conocimiento”.

 

Destacó la periodista y sus dos invitados que la humanidad está pasando, desde hace más de medio siglo, por una serie de revoluciones, como la  tecnológica y la digital; y que hoy se enfrenta, con mayor intensidad, al advenimiento de la inteligencia artificial (IA). Lo que está provocando que, como pasa con toda revolución, se esté cambiando nuestra forma de vivir y enfrentar lo cotidiano.

 

Entre los sistemas que se han afectado con estas revoluciones está el educativo, y en él el universitario. Hoy las universidades están abocadas a ser otras cosas o al menos labores distintas a las que históricamente han desempeñado. Desde su nacimiento, hace ya un milenio, las universidades nacieron monopolizando el conocimiento, y lograron, además de producirlo, acumularlo y transmitirlo de manera eficaz.

 

Pero hoy la IA está obligando a  las Instituciones de Educación Superior (IES) a repensar y cambiar la manera de actuar. Las máquinas de “pensar rápido”, construidas con la capacidad de enriquecerse con gran cantidad de información, pueden, usando los modelos predictivos con que se le alimenta, sugerir alternativas de solución o tratamiento de un problema específico.

 

Es aquí donde aparece el reto para los sistemas educativos, tanto el primario y secundario como el terciario —que comprende las instituciones técnicas, tecnológicas y universitarias—. Es en este entorno donde debe pensarse de nuevo la universidad. Reconocer que algunas de sus funciones las están asumiendo con mayor eficiencia los desarrollos tecnológicos.

 

La IA, que se ha construido con el esfuerzo humano, viene complementando las habilidades humanas del pensar. Incluso, dado el mayor poder de acumular y procesar información, puede ser más eficiente en algunas funciones que históricamente el ser humano ha realizado. Pero las capacidades humanas de ampliar su funciones o profundizar en algunas de ellas continúan.

 

El ser humano tiene el poder de pensarse y potenciar sus capacidades. Precisamente en momentos como estos, de cambios o crisis, es capaz de identificar los riesgos y oportunidades con el desarrollo de la IA en el sistema educativo. Proponiendo alternativas para que las universidades se adapten a los cambios tecnológicos.

 

El camino de la universidad es simple: debe seguir formando ciudadanos creativos, críticos y reflexivos. La función de la universidad no debe seguir siendo solo la de formar profesionales con un nivel de conocimiento técnico alto, pues la IA podría reemplazar muchas de estas funciones. Lo que se requiere es que cumpla su función humana de pensar, estudiar las diversas alternativas a la solución de problema, y que lo haga de una forma creativa.

 

También, que este pensamiento sea reflexivo y crítico. Profesionales capaces de comprender el entorno, de usar la información que tienen a su alcance para identificar caminos y elegir el más adecuado. Que discuta las consecuencias de tomar una decisión. No solamente que tenga en cuenta las mejoras en la productividad, sino que ayuden de manera efectiva y responsable a mejorar el bienestar humano y ambiental.

 

Formar una ciudadanía capaz de vivir en comunidad, reconociendo las diferencias que existen y proponiendo alternativas de convivencia, teniendo en cuenta los contextos. Un ciudadano que reconozca las diferencias, pero que sea capaz de comunicarse y convivir. Estamos necesitados de seguir pensando la democracia, los sistemas de gobierno y la convivencia humana y planetaria.

 

Como podemos constatar, los problemas de la humanidad seguirán siendo muy similares a los actuales. Seguiremos teniendo pobreza y desigualdad, riesgos con el cambio climático e inseguridad alimentaria, y problemas sobre las causas y consecuencias de los conflictos armados, entre otros. Pero las soluciones podrán ser siempre otras.

 

El papel de las universidades será formar profesionales que valoren la libertad de pensamiento, la crítica y el estar atentos a las valoraciones y elecciones sociales. Para que cuando se tenga que tomar decisiones, sepan considerar los efectos positivos o negativos que tienen estas en el bienestar social, en la redistribución de la renta, en la disminución o aumento de la pobreza y en el cuidado del planeta.

 

El reto de las universidades es invitar a los que lleguen a ella a usar el pensar. Que sean capaces de dudar de la información que le ofrece la máquina, pues puede que la información sea incompleta o inventada. De dudar de los modelos que las diversas ciencias les ofrecen para interpretar la realidad o corregir los problemas.

 

La idea no es tener miedo desde la universidad a los desarrollos tecnológicos y revoluciones. Lo que hay que hacer es aprovecharlos. Seguir el camino que la universidad ha construido desde que se fundó. Seguir usando la razón, pero profundizar en la actitud de construir un pensamiento crítico, reflexivo y crítico a lo largo de la vida.

 



* Esta columna es resultado de las dinámicas académicas del Grupo de Investigación Hegemonía, Guerras y Conflicto del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.

** Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

 

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