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Vi a mi agresor

Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista.




Hace unos días me encontré de frente con mi agresor después de siete años de no verlo. Fue una experiencia que me dejó pensando, pero no por las razones que una podría imaginar. Pude haber sentido rabia, miedo, tristeza, cualquier cosa… pero no sentí absolutamente nada en el momento. Pero luego empezó una conversación interna sobre cómo nos han enseñado a vivir y reaccionar frente a nuestras propias experiencias de violencia. ¿Por qué no sentí nada? ¿Acaso debería haber sentido algo? Y si no lo sentí, ¿eso es normal?

 

La última vez que lo vi fue justo cuando me agredió. Habíamos terminado nuestra relación de noviazgo unos meses atrás. La relación duró un par de años, y, aunque en algunos momentos ejerció violencia psicológica, terminó más por agotamiento que por una razón específica. Poco después, él consiguió otra novia, pero, a pesar de estar con alguien nuevo, seguía contactándome. Me decía que me extrañaba, me enviaba mensajes como intentando mantenerme enganchada emocionalmente. Una noche coincidimos en una fiesta y cuando él vio que me estaba besando con otra persona, su reacción fue violenta. Me cogió de los brazos y me zarandeó, gritándome que cómo me atrevía a hacerle eso.

 

Todo fue muy rápido y confuso. Pude soltarme, pero siguieron las agresiones verbales. Algunos amigos interfirieron y, por suerte, no pasó a mayores. Dos días después fui a la fiscalía, interpuse una denuncia en su contra, y solicité una caución. No quería que se repitiera una situación así. También decidí escribir sobre lo sucedido en Facebook. No mencioné su nombre, pero muchas personas de nuestra red cercana de amigos sabían a quién me refería. El escarnio público (voleteada, escrachada, funada) tuvo sus efectos, pues dejé de recibir mensajes de su parte y fue un descanso para mí.

 

No volví a saber más de él, salvo por algunas historias que escuchaba ocasionalmente, como pasa cuando se tienen amigos en común. Sin embargo, lo sucedido no me dejó “marcada” de la forma que se supone que una debe quedar. Nunca me sentí especialmente “traumada” por lo que pasó. No lo veía como una de esas historias que se cuentan entre lágrimas, pero sí entendía que nada de lo que pasó era mi responsabilidad. Fue él quien decidió agredir. Pasado el tiempo, me olvidé de ese momento y lo archivé en la memoria.

 

Hasta hace unos días, cuando me lo encontré de frente. Lo vi, nos cruzamos las miradas y, en un acto casi automático, lo saludé con una sonrisa y un sincero “¡hola! ¿cómo vas?” y seguí mi camino. Fue solo unos minutos después, cuando seguía caminando, que empecé a cuestionarme por qué lo había saludado y qué había generado en mí ese reencuentro. Y la respuesta fue: nada. No sentí rabia, no sentí miedo, no sentí frustración ni nostalgia. Nada.

 

Esa ausencia de emociones me dejó pensando durante horas. ¿No se supone que debería sentir algo? La sociedad nos dice que las víctimas de violencia siempre experimentan emociones como dolor, tristeza, rencor. Pero yo no sentía nada de eso. Y ahí está el problema: creemos que hay una lista de emociones correctas e incorrectas para cada tipo de experiencia. Como si se tratara de un manual. Y cuando no encajas en esas expectativas, empiezas a dudar de ti misma.

 

Definitivamente no hay una forma correcta de reaccionar ante una agresión. Debemos permitirnos la libertad de sentir, o no sentir, lo que surja de nuestras experiencias. No todas las víctimas quedamos con el miedo incrustado en la piel, así como tampoco todas nos llenamos de odio. El reconocimiento de una agresión y la sanación no son lineales. Algunas personas encuentran fortaleza en enfrentar a sus agresores, otras en evitarlos para siempre. Yo, por mi parte, me encontré con mi agresor, no sentí nada y lo saludé, y eso está bien.

 

No debemos estar obligadas a llevar cicatrices visibles por siempre. Podemos perdonar, o no hacerlo sin que eso cambie lo sucedido. Así que, si alguna vez te encuentras con tu agresor, y como yo, no sientes nada, no te culpes. La ausencia de emociones también es válida.

 

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