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«Ya perdió, porque le vamos a destruir su choza»

Por: Edwin Bejarano. Especial para Pares.


Este fue un sábado diferente. Iba camino a mi trabajo y me preguntaba qué era lo que iba a hacer. El periodista me comentaba que íbamos a un lugar donde la miseria está presente y en verdad sí, la miseria se respiraba en el aire. La manera en que las personas viven y su condición precaria es muy triste de ver. Uno se pregunta ¿con qué historias me voy a encontrar acá?


Desde el pasado 02 de mayo se ha estado alertando de los desalojos que se han realizado en Altos de la Estancia, en los que han tenido participación la Alcaldía Mayor de Bogotá, la Alcaldía Local de Ciudad Bolívar, la Personería Local, el ESMAD, la Secretaría de Seguridad, el IDIGER, la Secretaría de Hábitat, la Policía Nacional e Integración Social. ¿Es necesario realizar ese procedimiento en medio de una pandemia?


Empecé a hacer mi trabajo: imagen va, imagen viene. Soy camarógrafo y fotógrafo de una importante medio de comunicación del país. Cuando las personas curiosas preguntan: ¿y ustedes qué hacen acá? la respuesta típica es: vinimos a ayudar, a darles voz y a que se puedan expresar. Se acercan por grupos a decirnos sus carencias, su falta de comodidades y cómo no notarlo.


Alegan. Soy un padre, madre, abuelo, abuela de 3-4-5 hijos, nietos, sobrinos y cada uno de ellos con sus problemas y su vida cotidiana. Se sienten medio alegres en medio de la tragedia porque las personas que llegan, nosotros, de pronto traemos ayudas. Muchos son desplazados por una guerra injusta, otros admiten haber caído en las drogas y por cosas de la vida quieren rehabilitarse, muchos más, porque su oportunidad de estudiar, laborar y ser alguien en la sociedad fue truncada.


En medio de esas historias me pongo a pensar ¿cómo puedo ayudarlos? Entras en un dilema. No sabes cómo expresarte, no sabes si dar o no, si eso es bueno o malo ¿si ayudas a uno, los otros qué?. Es un problema moral por el cual cual me siento frustrado.


Volviendo al tema central. Se había hablado del hambre, de que las ayudas no llegan, ahora lo nuevo es que a pesar de que los gobiernos local, distrital y nacional decretaron que por la emergencia no se podía desalojar, allí sí lo están haciendo. Personas que probablemente sean juzgada por su apariencia, mas no por su forma de ser, son desalojadas sin piedad.


Todos nombraban a la misma persona: Indira Caicedo. Yo me preguntaba ¿quién es esta mujer, qué es lo que desea? Más adelante obtendría mi respuesta. Mientras nos encontrábamos de frente con realidades que me llenaban de preguntas: ¿en qué año y qué siglo estamos? ¿por qué las personas aceptan esta condición?


Yo, en mi completa ignorancia, asumo que todos tenemos las mismas oportunidades en este país. Pero no, las personas no son tan afortunadas como alguno de nosotros. La cantidad de niños que uno ve es impresionante y muchos dirán desde la comodidad de la casa ¿por qué no se operan para no tener más hijos? ¿por qué no piensan en el futuro de estos niños? quienes dicen esto no tienen ni idea lo que es no tener educación y lo que es tener que vivir así. Y entre tantas preguntas nadie tiene la respuesta.


Volviendo al tema del desalojo, ahora veo las caras de angustia, de cansancio, de frustración por su situación. – ¡Llegó la policía¡ gritan. La mayoría de la gente ‘de bien’ dirán –llegaron a ayudarlos– pero no es así. Vienen con todo su arsenal a sacar a la gente, lo hacen de día y de noche, sin contemplaciones.


Don Faryd, un señor de unos 58 o 60 años con pinta de ser campesino que trabajaba la tierra en el Caquetá, una zona donde la guerra hizo lo suyo y por lo cual tuvo que dejarla botada y todo su trabajo para llegar a la ciudad de las oportunidades. Don Faryd llorando nos relata cómo su hijo de apenas 16 años fue atacado por el ESMAD, y cómo uno de los uniformados lo golpeó y le disparó una lata de gas lacrimógeno que estalló en su cabeza causándole fractura de cráneo. Le conté los puntos: más de 15 tenía.


El papá del niño, bañado en llanto e impotencia, le gritaba a su hijo que debían sacar a una bebé de tres años y a su hermano de ocho, mientras la policía destruía su casa de latas y madera a la que consideraba su hogar desde hace tres años. Nos contó cómo, cuando su hijo cayó inconsciente, él lo levantó del suelo y un policía en medio de su prepotencia le dijo: «deje esa mierda ahí que no sirve para nada”. Se refería a su hijo que yacía casi muerto.


Don Faryd terminó diciéndonos –yo no quiero ayudas, yo quiero trabajar y darle una oportunidad a mis muchachos. Seguíamos caminando en medio de un ambiente hostil. Todo era nuevo. Miraba con atención sus camas, utensilios y casas precarias, muchos de ellos durmiendo en el suelo, cubiertos únicamente con una cobija y no precisamente una térmica, una simple cobija en una montaña donde se siente el frío a cualquier hora y en la noche debe ser aún peor. Aún así, con estas dificultades tratan de solucionar todo.


Dejamos aquella “casa” que en realidad era un cambuche de tres palos sosteniendo una teja de plástico y metidos en una cama sencilla había unas cinco personas. El sol quemaba a esta hora del día y ya nos íbamos a retirar creyendo que era suficiente y que con esto podríamos armar una historia para poder mostrar a la sociedad que no hay nada como la desigualdad social. Cuando el contacto que nos llevó allá nos insistió para hacer una última entrevista. Un joven de unos 24 años que corría hacia nosotros y gritaba: – Miren, esa es, ella es Indira, la que me acabo de destruir mi casa, con lágrimas en sus ojos.


¿Recuerdan la señora que nombré anteriormente? bueno, ella es Secretaria de Reorganización Rural de la Alcaldía de Ciudad Bolívar. Nosotros nos íbamos acercando hacia donde ella estaba, desde la distancia se notaba su forma déspota y cuando nos vio, mandó a la policía, escondiéndose como una rata detrás de esta. A medida que nos acercábamos nos decía en tono amenazante, – ¡LARGO! ustedes no pueden estar aquí.


La policía iba actuar, pero el periodista gritó: – ¡Somos prensa ¡ Cuando escucharon estas dos palabras entraron en pánico. El periodista que me acompañaba les dijo: ¿Quién de ustedes quiere hablar? se acercó la dueña de la siguiente casa a la que iban a desalojar a pedirnos que interviniéramos a favor suyo. Nos dijo que vivía en el predio desde hacía más de 14 años y que tenía los papeles en regla pero, que Indira Caicedo no la quería escuchar y que simplemente quería desalojarla con sus hijos y nietos. Terminó de intervenir y el periodista le dijo: – quiero que por favor una autoridad competente nos hable, – quiero tener las dos versiones.

El muchacho llegó a un barrio en Bosa, pagaba arriendo y trabajaba para mantener a su familia pero se quedó sin empleo y le tocó salir de la casa donde habitaba, ya que debía más de dos meses de renta y su única opción fue armar una casita donde un amigo suyo habitaba, nos relata con lágrimas. Fotografía: Edwin Bejarano.

Hubo un silencio sepulcral y el que asumo que es el comandante, respondió: – Diríjase a la alcaldía de Ciudad Bolívar que allá le dan la información. Solo lo decían para zafarnos, ya que aún no nombran alcalde local, todo esto ocurría en presencia de ancianos y niños. Yo me pregunto ¿Qué piensa un policía, al saber que sus acciones afectan a los menores? ¿cómo carajo es que permiten estas acciones? Son preguntas que rondan mi cabeza y no entiendo cómo lo hacen.


Ahora, el muchacho que corrió hacia nosotros nos habló y cuenta su historia. Se vuelve una horrible costumbre escuchar que fue desplazado con su familia y se dirigió a esta ciudad. Llegó a un barrio en Bosa, pagaba arriendo y trabajaba para mantener a su familia pero se quedó sin empleo y le tocó salir de la casa donde habitaba, ya que debía más de dos meses de renta y su única opción fue armar una casita donde un amigo suyo habitaba, nos relata con lágrimas.


También nos contó, con lágrimas en los ojos, cómo Indira mandó a los gestores de convivencia con unos pañales y le dijo que se iban a llevar a sus niños para darles alimentación. Su esposa, desconfiando se fue con ellos. Al rato llegó Indira y dice: – ¿Usted, no está con sus hijos? ya perdió, porque le vamos a destruir su choza. Él, con angustia, trató de defender su predio, su hogar, su oportunidad de poder salir adelante. Al final de la entrevista nos interrumpe una excavadora y solo puede tomar sus cosas y salir de allí.


Hoy, en verdad, no fue un día normal. Sigo aprendiendo de todo y quiero entender la sociedad, es muy triste ver cómo la historia se repite una y otra vez, quiero entender porqué somos tan faltos de afecto y de empatía. Hoy, no sé qué pasará con toda esta gente que conocí y qué será de su suerte, solo espero que tomemos conciencia y que dejemos de creer que estamos en un país con oportunidades.


Hoy agradezco lo afortunado que soy por vivir en buenas condiciones.

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