Por: Redacción Pares
Toda una vida dedicada a defender los valores que promueve la izquierda para terminar siendo amenazado de muerte por una guerrilla que se dice enarbolar esas banderas. En esa terrible paradoja se encuentra Alvaro Jiménez, la mano derecha de Otty Patiño en la mesa de negociación con el ELN. A unos días de reiniciar los diálogos en Caracas, el jefe negociador del gobierno denunció a través de una carta, el plan de esta organización armada para matar a su asesor. A mediados del 2023 una escisión de este grupo, el Frente Comuneros Sur, se sentó a negociar con el gobierno. Jiménez lideró desde el gobierno estas conversaciones. Esta fue una de las razones por las que el Comando Central del ELN decidió levantarse de la mesa y no renovar el cese al fuego. Desde el pasado 3 de agosto se reanudaron los enfrentamientos con las fuerzas militares.
La decisión de asesinar a Jiménez, de acuerdo con la carta escrita por Otty Patiño y enviada a Antonio García, Pablo Beltrán y otros miembros del COCE, surgió en junio del 2024 durante el Sexto Congreso del ELN. Lejos de proponer puentes que permitieran ponerle fin a una guerra con el estado que data desde mediados de los años sesenta, lo que propusieron en ese congreso fue ahondar aún más el conflicto. En ese Sexto Congreso, además de asesinar a Jiménez, se tomaron decisiones como las de asesinar a HH, el comandante del Frente Comuneros Sur y de vetar al propio Otty Patiño. Paralelo a la orden de asesinarlo por sicarios a sueldo, se desató el sicariato moral contra Jiménez.
Alvaro Jiménez tiene más de tres décadas buscando salidas a la paz en un país ahogado en su propia sangre. Su nombre ha aparecido en mesas de negociación desde 1984 cuando el gobierno de Belisario Betancur estaba interesado en buscarlo una salida pacífica al conflicto con el M-19. Fue el vocero de este movimiento con las iniciativas de diálogo de este gobierno. La conversación se rompería de manera dramática cuando un comando del M-19, en el que estaba al frente Alvaro Fayad, mítico dirigente de esta agrupación, irrumpió en el Palacio de Justicia desatando un infierno que perdura como una mancha imborrable en nuestra historia.
Estuvo sentado en otro momento en un momento crítico. Fue durante los años de la Seguridad Democrática. Mientras la democracia sufría el peor de sus atentados cuando los comandantes paramilitares Ramón Isaza, Ernesto Baez y Salvatore Mancuso entraron al congreso siendo aplaudidos por los padres de patria, el gobierno de Alvaro Uribe buscaba establecer puentes de diálogos con el ELN. De todos los grupos guerrilleros el que ha mostrado más dureza a la hora de negociar han sido los Elenos. En 1973 sufrieron su peor derrota, el desastre en la batalla de Anorí. Incluso el gobierno de Misael Pastraba alcanzó a dar como oficial la noticia de su desmantelamiento. Pero se levantaron de esa derrota, de la muerte de dirigentes históricos como Manuel “el cura” Pérez y hasta de divisiones dentro de su propio grupo, como sucedió a mediados de los noventa con la separación del Movimiento de Renovación Socialista quienes se integraron a la sociedad civil sin tener en cuenta lo que pensaba el Comando Central. Uribe, a pesar de su discurso belicista, buscó una salida negociada. El garante de esos diálogos fue Jiménez. Las conversaciones naufraron en el 2007.
Jiménez estuvo durante muchos años al frente de la campaña colombiana contra las minas antipersona y su trabajo ayudó a que practicamente desapareciera uno de los coletazos más horrorosos que ha dejado el conflicto: la muerte de colombianos por explosiones accidentales de minas.Ha sido además columnista del portal La silla vacía, fundador de la entidad Crudo Transparente quien vigila los impactos que tiene el fracking y todo tipo de explotación de petróleo en las comunidades y el medio ambiente y fue co-fundador del centro de análisis de riesgo político Colombia risk analysis.
La amenaza contra su vida no sólo provoca el rechazo de la sociedad civil y de todo el país sino que nos sumerge de nuevo en la sopa espesa de la desesperanza. Es difícil creer que los diálogos con el ELN podrán llegar a buen puerto si esta guerrilla no logra bajar sus históricos decibeles de violencia.
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