
Mientras Sergio Fajardo caminaba y era entrevistado por toda la carrera séptima de Bogotá, a la altura del Centro, varias banderas ligadas al movimiento hispanista (cercano a las derechas tradicionalistas españolas) aparecieron de fondo en el vídeo que posteriormente algunos medios de comunicación difundieron en sus redes sociales.

Y aunque era una marcha que, en principio, se planteó como un acto para enviarle fuerzas al Senador y precandidato presidencial por el Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay, ni terminó en silencio, ni tampoco se ciñó a esta única consigna. Por el contrario, la manifestación estuvo cargada de diferentes declaraciones políticas de varios de los precandidatos independientes y opositores y de algunos de los principales protagonistas en el enfrentamiento que en las últimas semanas ha tenido el presidente Gustavo Petro con el establecimiento político, como Efraín Cepeda, presidente del Senado, que marchó en su natal Barranquilla.
Aquí estoy en la Plaza de Bolívar en Bogotá. Para esta marcha salimos de la mano de Dios, sin pagar buses o repartir lechona. #FuerzaMiguel pic.twitter.com/dGBf2cxjg5
— María Fernanda Cabal (@MariaFdaCabal) June 15, 2025
Tras una movilización que terminó llenando las principales plazas públicas del país, 3 grandes tesis emergen para entender cómo y por qué esta “marcha del silencio” se convirtió en uno de los puntos fundacionales de un nuevo mito, con el que las derechas aspiran a disputar el control del poder político al Progresismo, y cómo la institucionalidad parece plantarse como el próximo escenario en el que se dará este enfrentamiento entre estos dos grandes bloques, con miras hacia 2026.

Según los conteos que hicieron los Puestos de Mando Unificado tanto en Bogotá como en Medellín, más de 120 mil personas salieron a marchar en las horas de la mañana y tarde del pasado domingo 15 de junio, tras más de una semana del atentado contra Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial por el Centro Democrático. 70 mil llenaron la Plaza de Bolívar y 50 mil lo hicieron en Medellín, con afluentes manifestaciones también en ciudades como Cali, Barranquilla y Bucaramanga.
#Bogotá | Así se vivió la Marcha del Silencio en Bogotá. Según el Distrito, más de 70 mil personas se movilizaron por las calles de la Capital de la República. pic.twitter.com/cPoRaz7YiB
— ÚltimaHoraCaracol (@UltimaHoraCR) June 15, 2025
Sin un liderazgo claro, tanto las principales figuras de la derecha opositora (tanto uribista como no uribista), como María Fernanda Cabal, Mauricio Cárdenas, David Luna; algunos políticos independientes, como Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo y Juan Manuel Galán, acompañaron la manifestación, que estuvo llena de banderas de Colombia y camisetas blancas, el símbolo con el que estos sectores opositores se han identificado desde el Paro Nacional de 2021.

Estas manifestaciones sucedieron inmediatamente después de las marchas convocadas por las principales centrales obreras y el llamado Comité Nacional para el Cambio (CNPC) el pasado miércoles 11 de junio, en la que el presidente Petro firmó el decreto de la convocatoria a la Consulta Popular, y de una marcha previa que ya sectores de oposición habían realizado el domingo 8 de junio, un día después del atentado contra Uribe Turbay.

Igual era complicado sostenerlo en el tiempo. Con el ataque a Miguel Uribe, la posibilidad de desgaste de la movilización popular constante que quería el gobierno —de la que hablábamos en este artículo— se agudizó y ahora mismo la balanza se inclinó, de nuevo, hacia las movilizaciones convocadas y capitalizadas por la oposición y los sectores independientes.

No obstante, si hay un sector político que capitalizó bastante esta jornada de movilización fueron los sectores de derecha, tanto moderada como radical, porque con el atentado a Miguel Uribe Turbay han podido consolidar el elemento faltante para construir su narrativa y consolidar su mito, con el que esperan contravenir eventualmente al Progresismo en las próximas elecciones de 2026 y hacia el futuro.

La emergencia de este nuevo mito para la derecha (y la manifestación de su construcción con la “marcha del silencio”) termina por cerrar el reflujo que había iniciado la semana anterior con el ataque a Uribe Turbay, y equipara la correlación de fuerzas con el Progresismo, que conserva su mito bajo la idea de la traición de los aparatos del Estado por implementar la agenda reformista del gobierno, la necesidad de consolidar nuevas estructuras en democracia que permitan mayor participación directa de la sociedad en la toma de decisiones, y la defensa de un programa político centrado en la solución a los problemas de desigualdad social en el país, frente a una serie de élites políticas y económicas que se niegan a ese cambio y generan los bloqueos que han impedido la negociación y el diálogo.